La guerra tecnológica entre China y Occidente

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En días pasados, el presidente estadounidense Joe Biden anunció un decreto que impedirá a compañías o individuos chinos acceder a microchips o componentes fabricados en Estados Unidos.  Esto forma parte de una serie de restricciones que este país ha venido aplicando a las empresas chinas y que tiene como objetivo frenar la expansión económica y tecnológica del gigante asiático.

Lo que hay detrás de estas medidas responde a la creciente preocupación del gobierno de Estados Unidos y de otras potencias occidentales ante la expansión económica de China y la influencia que se deriva de dicha expansión.

La economía china se ha venido transformando en las últimas décadas y pasó de ser un país manufacturero por su enorme mano de obra barata a ser una potencia tecnológica. Esto ha sido posible gracias a una política de Estado muy clara orientada a dar todo tipo de incentivos no sólo a las empresas locales para desarrollar tecnología sino también para atraer empresas extranjeras que puedan aportar innovación en este sentido.

Se trata de una amenaza mayúscula para el dominio económico y geopolítico de los Estados Unidos ya que, como sabemos, la economía se ha vuelto absolutamente dependiente de la tecnología y aquellos países que se rezaguen en esta materia van a enfrentar graves problemas económicos y sociales.

En este sentido, la medida adoptada por Biden busca frenar de manera importante el avance de China ya que este país todavía depende en gran medida de la compra de semiconductores y chips estadounidenses para producir sus propios dispositivos tecnológicos.

El gobierno norteamericano no reconoce abiertamente que se trata de una guerra comercial ya que esto va en contra de los principios de libre comercio que suele promover, de modo que defiende estas decisiones señalando que China es responsable del robo de propiedad intelectual a las empresas estadounidenses y que también aprovecha su penetración en el mercado para realizar espionaje que pone en riesgo a la seguridad nacional.

La realidad es que, efectivamente, los países que están siendo capaces de desarrollar su propia tecnología están logrando un crecimiento económico sin precedentes, la India es otro ejemplo claro de ello.  

Y como es natural, quienes posean la mejor tecnología serán los dueños de la economía mundial y podrán imponer a los otros países sus condiciones lo que les dará una ventaja enorme.  De igual manera, quienes dominen el desarrollo científico serán quienes podrán proteger la salud y el medio ambiente de sus sociedades.

De tal modo que, si en siglos anteriores el imperialismo se lograba a través de la expansión geográfica, a partir de este siglo, la dominación de una nación sobre otras no pasa por apropiarse de sus territorios sino por apropiarse de la innovación y el desarrollo tecnológico para controlar la economía global.

Nuestro país invierte en ciencia y desarrollo tecnológico 0.3% de su Producto Interno Bruto, una cantidad ínfima si la comparamos con el 5% que invierten los países que están a la vanguardia. ¿Se imagina usted el rezago que eso va a significar para las futuras generaciones de mexicanos?

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