Lucrar con los muertos

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El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, hizo un nuevo López-Gatell. Esto es, cada vez que hay una mala cifra, una mala noticia o una crisis, todo es culpa de una prensa rapaz y malvada. Una prensa que solo ve lo malo y que conspira contra él. Una conspiración internacional contra su gran proyecto. Pero en los últimos días ha ido más lejos que nunca. Después de que superamos los 200,000 casos de fallecimientos por la COVID-19, nos compartió esta reflexión:

Ha habido también en estos medios, esta afición por concentrarse en el lado más triste de la epidemia.

El subsecretario nunca explicó cuál era la parte feliz de este problema que los medios hemos fallado en reportar, pero lo que sí dejó claro es que ha pasado del cielo al infierno. Nadie conocía su nombre hace poco más de un año, cuando se convirtió en el rostro de la lucha contra la pandemia. La gente se entusiasmaba con sus conferencias de prensa diarias, “la telenovela de las 7”. Era un rostro que cautivó a muchos, y que se volvió venerado en el mundo de la llamada cuarta transformación. 

Pero la verdad es que las grietas en su discurso y diseño en esta grave crisis se notaron muy temprano. 

Mucha gente no quiso verlo, y el argumento de la gran conspiración, o de que había alguien que celebraba la crisis de salud para beneficio político ha permeado y durado a lo largo de estos difíciles meses.

Desde muy pronto, pudimos ver cómo tenía más ganas de complacer al presidente López Obrador que de resguardar la salud de la ciudadanía. Desde muy temprano, mantuvo un discurso errático sobre el uso de cubrebocas, sobre el riesgo que esto representaba y sobre la verdadera cantidad de enfermos en nuestro país.

Si bien es cierto que el mundo ha ido aprendiendo poco a poco, a tropezones, cómo lidiar con esta enfermedad, también es verdad otra cosa: Europa nos fue contando nuestro futuro desde el principio y nuestro gobierno se negó a verlo.

Es fácil recordar hoy con sorna cómo el presidente se condolía de los muertos en Bélgica y España. Pero es triste ver que hemos superado todos sus números. Y ahora, mientras ese continente enfrenta su tercer rebrote, seguimos sin verlo. Se nos pide que no pensemos en cosas tristes. 

Y quizá lo más trágico es que la administración simplemente no logra informar con transparencia y claridad el nivel de letalidad que enfrentamos. López-Gatell arremetió contra los medios mientras reportaba 200,000 muertes, pero poco después el propio gobierno reconoció, de forma críptica, que en realidad saben que son más de 300,000.

 A pesar de eso, el conteo no cambia. La autocrítica no existe, y en todo caso se vuelca hacia nosotros como sociedad, por no ser responsables. También somos culpables, al parecer, de que la economía haya caído o se hayan destruido miles de empleos. Según datos oficiales, hay casi 10 millones de nuevos pobres. Y aún así, la estrategia del gobierno no cambia. 

Se culpa a los medios por informar, acusándonos de sacar provecho de la tragedia, pero el gobierno olvida que todos hemos sido tocados; cada medio, cada periodista, conoce a alguien que ha muerto, que ha estado gravemente enfermo, que ha sufrido esto. Pero eso no importa.

Esta es la definición de la prepotencia. La suposición de que alguien, por su posición, está siempre por encima de los demás; puede imponer, acusar y despreciar sin responsabilidad alguna.

Los hechos ya son inapelables. Somos uno de los países del mundo que peor han manejado esta crisis, tanto en términos de salud como en economía. Y sin embargo, el subsecretario se pasea por los parques y restaurantes, sabiendo que puede contagiar, sin admitir jamás un error.

Está claro que el rumbo no va cambiar y que López-Gatell aún goza de la poderosa protección presidencial.

Pero la verdad es que al subsecretario solo le queda una salida digna de este laberinto: la renuncia.

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