México ocupa el lugar 55 de 132 países en el Índice Mundial de Innovación que reporta las inversiones que realizan los países para promover el desarrollo de la ciencia y la tecnología [1].
Para entender si esta posición es buena o mala, tomemos en consideración lo siguiente: en cuanto al tamaño de su economía nuestro país ocupa el lugar 16 a nivel mundial [2].
De modo que, sin duda, México no está invirtiendo en ciencia y tecnología lo que debería de acuerdo con la escala de su economía.
Para ser más precisos: actualmente nuestro país invierte el 0.38% del Producto Interno Bruto [3] para fomentar el desarrollo de las ciencias y la tecnología cuando debería estar invirtiendo al menos el 1% del PIB para lograr un ritmo de innovación adecuado.
Fíjese nada más: Corea del Sur e Israel destinan casi el 5% de su Producto Interno Bruto para el desarrollo científico [4] ¿se imagina lo que van a lograr en los próximos cinco años con ese ritmo de inversión?
Quizá usted considere que un país como México que enfrenta tantos problemas no puede darse el lujo de invertir más en la investigación, sin embargo, precisamente por ello es por lo que debería hacerlo.
Le explico a través de un ejemplo reciente: la pandemia de COVID 19.
Cuando la epidemia provocada por el virus del COVID 19 se salió de control y los países tuvieron que aplicar medidas restrictivas, todas las economías sufrieron las consecuencias del confinamiento, sin embargo, los países que llevaban años invirtiendo en ciencia estuvieron en condiciones, a través de sus alianzas con la iniciativa privada de desarrollar vacunas rápidamente.
Los países que produjeron y lograron la aprobación de sus vacunas no solo tuvieron acceso a estas de manera prioritaria, sino que además recibieron ingresos adicionales gracias a la venta de vacunas al resto de los países.
Los ingresos extra que recibieron países como Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido ascendieron a más de 23 mil millones de euros en el primer semestre de 2021 [5].
Claramente esta derrama económica no solamente benefició a los laboratorios farmacéuticos sino a sus países de origen. Este ejemplo nos muestra la enorme ventaja que puede representar para una sociedad invertir en la generación de nuevos conocimientos científicos. Los países que no destinan suficientes.
Otro título de la autora: Certidumbre a la inversión privada