El Metro y la impunidad

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La semana pasada la madre de Jesús Baños, uno de los jóvenes que murió en el derrumbe de la Línea 12 del Metro, llevó flores y veladoras al altar que se encuentra en la estación Olivos. Lo hizo para recordar a su hijo, pero nos recuerda también que han pasado más de tres meses y aún no hay ningún responsable.

Es cierto que finalmente se despidió a la directora del Metro, Florencia Serranía, pero su despido llegó tarde y ella se fue libre de culpas. No se ha asumido una responsabilidad por parte de las autoridades superiores, como el secretario de Movilidad de la capital. 

Y a pesar de que ya conocemos el reporte preliminar de las causas del derrumbe, no hay hasta el momento una búsqueda de culpables. Que Carlos Slim asuma el costo de las reparaciones es un bonito gesto, pero está muy lejos de ser justicia para las víctimas y sus familiares.

Peor aún, los problemas siguen en el medio de transporte más importante de la Ciudad. Apenas hace unos días se suspendió el servicio porque unos vagones “se atoraron”, según nos dijeron. Miles de personas fueron afectadas.

La semana pasada se viralizó la imagen de vagones del Metro llenos de humo. El Sistema de Transporte informó por Twitter que era un incendio, luego borró su mensaje y puso uno de que solo estaban cambiando neumáticos. ¿Cómo explica eso el humo? La verdad es que no sabe qué pasó.

También seguimos viendo inundaciones y muchos otros problemas de mantenimiento. El Metro, que cada día mueve a millones de personas, no se puede dar el lujo de seguir castigando a la gente por descuidos.

Sin embargo, el problema es que en nuestro país la política sigue siendo más importante que la vida de las personas. 

No podemos olvidar que este tramo se construyó durante el gobierno de Marcelo Ebrard, actual canciller y mencionado como posible candidato a la presidencia de la República. Tampoco que durante seis años Miguel Mancera tuvo la responsabilidad de cuidarla y mantenerla bien. Fuera de alguna declaración inicial, Mancera se ha escondido detrás de su curul en el Senado y no ha asumido su culpa.

Claudia Sheinbaum lleva ya casi tres años como jefa de Gobierno, y finalmente fue a ella a quién se le cayó la estructura dejando casi tres decenas de muertos. 

Pero hay que cuidar a Sheinbaum. Según todos los trascendidos es la favorita del presidente para sucederle en 2024. Así, cuidar la imagen pública y el respaldo político ha sido la prioridad del gobierno, muy por encima de cumplir con una de las principales promesas de campaña: acabar con la impunidad.

Impunes quedarán quienes lo construyeron; impunes quienes tenían que cuidarlo e impunes quienes no lograron evitar el accidente. Esa impunidad y la protección política que reciben nos recuerda que las cosas están muy lejos de cambiar en nuestro país.

Romper con esta cultura es muy complejo pero requiere de dos cosas fundamentales: voluntad política e instituciones fuertes. 

Voluntad política para romper con los amiguismos y anteponer el interés público sobre el interés político. Esa voluntad exige de gobernantes valientes y comprometidos. No es lo que tenemos.

Instituciones fuertes para que puedan ejercer sus facultades con apego a la ley sin ser coartados por otros poderes. Instituciones que no se puedan intimidar desde el Ejecutivo y que tengan la confianza de la gente. 

Pero lo que vemos hoy es justo lo contrario: un esfuerzo constante para debilitar la autonomía de quienes deberían estar haciendo que se cumpla con la ley.

La Línea 12 del Metro, sus víctimas, su dolor, deben recordarnos que nuestro peor enemigo hoy es la impunidad. Porque es lo que permite la corrupción, la negligencia, la incompetencia.

Nuestra primera y más importante demanda a quienes nos gobiernan tiene que ser esta: tengan el valor de acabar con la impunidad.

Más del autor: Polarización y prensa

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