Hay un extraño debate entre lo que es ser liberal y lo que es ser conservador. En México este adjetivo se arroja todo el tiempo de un lado al otro del debate político, al punto que ya no significa nada. Su abuso ha reducido las definiciones políticas a ser pro gobierno o crítico. No tiene contenido ni sustento ideológico.
Pero México no está solo en este juego que se está dando en toda América Latina y muchos países del mundo. Un caso que está siendo emblemático es el de Argentina. Se viene en unas semanas la segunda vuelta presidencial y la disputa está entre dos candidatos polarizantes.
Por un lado está Sergio Massa, que representa al oficialismo. Es el ministro de Economía de un país cuya economía está en ruinas. Su inflación en septiembre de este año se acercó al 140% y su moneda se ha devaluado dramáticamente.
Ha sido parte de un gobierno que ha fracasado en muchas de sus promesas y, siendo de izquierda, ha tenido un precio importante para ese sector. Sin embargo, el gobierno anterior -de Mauricio Macri- era de derecha, y también falló en su gran promesa de progreso. La derecha argentina falló en crear institucionalidad, controlar el endeudamiento y mejorar la economía. Y por eso el actual presidente, Alberto Fernández, ganó cómodamente.
Así, ante las fallas de los dos grandes sectores políticos, surge con fuerza un nuevo referente: Javier Milei. Un outsider de la política, que construyó su fama en programas de televisión y representa algo totalmente diferente. Un hombre que no es parte del sistema roto que le ha fallado a su ciudadanía. Es hora de algo nuevo, dice.
Se define como “libertario”, un anarco-capitalista. Quiere acabar con la educación pública, los servicios de salud del Estado. Que todo sea privado. Reducir al gobierno a su mínima expresión porque son todos corruptos, ineptos o vividores del sector público.
Como libertario, quiere que se limite al mínimo el control de armas. Que toda la gente de Argentina pueda tener y llevar una pistola. Que las empresas decidan quién se educa, cómo y cuándo; que la salud esté bajo el control privado. Que sea legal la venta de órganos. Que sean libres.
Claro, excepto cuando hablamos de las mujeres. Porque a la hora de decidir, el liberalismo se muere. Y si bien se presenta como un maestro del sexo tántrico, esta totalmente opuesto al aborto.
Imitando a Jair Bolsonaro de Brasil, las libertades se acaban cuando cambias de género. Por ejemplo, Bolsonaro protestó el año pasado porque a una niña de 10 años que fue violada se le autorizó abortar en Brasil.
Al igual que Donald Trump en Estados Unidos y Bolsonaro en Brasil, Milei es esta contradicción: liberales y conservadores al mismo tiempo. Seamos libres para todo, excepto para lo que no nos gusta, en particular si es lo que las mujeres necesitan.
Dicen que van a limpiar un sistema roto y podrido. Así que es entendible que resulte seductora la idea de “que se vayan todos”. Cambiemos el gobierno por completo. No me importa, con tal de que la clase política pague por su fracaso.
Lamentablemente, si Argentina escoge la aventura de la gran transformación, sin duda terminarán viviendo lo que hemos visto en México, Estados Unidos, Brasil y otros países: más que sacar a las naciones adelante, terminan minando el tejido democrático, dañando la institucionalidad y polarizando a la sociedad aún más.
La pregunta que nos queda es ¿cómo no hemos sido capaces de construir clases políticas responsables y eficientes? Al final, culpamos a los políticos, pero la responsabilidad es de toda la sociedad.
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