¿Sabes lo que es el llamado chayote en el periodismo?

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El famoso “chayote”. Ese término que se usa hoy en día para descalificar a cualquier periodista que diga algo con lo que uno no está de acuerdo. Si hablas bien del presidente, eres chayotero; si lo criticas, extrañas tu chayote, o te lo da alguna fuerza oscura y desconocida.

Pocas veces se habla, sin embargo, del origen de la palabra. Ahora que se ha puesto tan de moda, vale la pena conocer algo de su origen.

Según cuentan algunos, la historia se remonta a nada menos que el gobierno del muy venerado Lázaro Cárdenas. Durante esa administración, el presidente decidió que era ostentoso o poco austero vivir en el Castillo de Chapultepec, y tampoco le gustaba la idea de vivir en un Palacio. Así que creó lo que hoy conocemos como Los Pinos, una residencia.

En esa época, cuentan las leyendas entre periodistas, la entrada para la prensa estaba enfrente de una hortaliza en la que había muchos chayotes. Por ahí pasaban para las entrevistas con miembros del gobierno, conferencias de prensa o para hablar con el mismo General Cárdenas.

Era en ese lugar dónde la gente de comunicación de la presidencia les daba dinero o regalos a los periodistas, a cambio de que hablaran bien del gobierno, defendieran su agenda o se guardaran las malas noticias.

Se extendió así la pregunta “¿ya pasaste por los chayotes?” para saber si habías cobrado tu comisión. Esta práctica se mantuvo y extendió durante los años dorados del priismo, pero fue hasta el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz que se volvió vox populi, según nos cuenta Julio Scherer padre en su libro Los presidentes.

En las décadas siguientes se fue formalizando, y ahora podemos saber cuánto gastaron los distintos gobiernos en publicidad en medios o directamente en contratos a periodistas. Con todo, siempre se ha mantenido mucha opacidad respecto a cómo se designa a quién va el dinero y cuánto vale la pena “gastar” en difusión.

Es bueno conocer estas leyendas del periodismo porque también nos sirve para entender lo que está pasando hoy en día con esta profesión. Es sin duda cierto que el famoso chayote fue una herramienta para premiar a comunicadores obsecuentes y quitarlo era una forma de castigo para quienes sacudían la jaula. Lo dijo José López Portillo, “no pago para que me peguen”.

El gobierno de Enrique Peña Nieto gastó millones en contratos a medios y periodistas individuales, lo cual pudo o no ser legal, pero es siempre sospechoso. Es, además, un mal modelo de negocios: te hace dependiente del favor del gobierno para poder hacer tu labor.

Ya con Andrés Manuel López Obrador, se han reducido dramáticamente los dineros que van a medios, lo cual es aplaudible; sin embargo, lo que no ha cambiado es la discrecionalidad con la que se entregan. Así, hoy sabemos que La Jornada, siempre leal a la llamada Cuarta Transformación, es el medio impreso que más dinero recibe. 

Pero sobre todo, estamos en un momento en que la prensa está siendo más asediada que en mucho tiempo. El crimen organizado nos ha convertido en una de las naciones con más periodistas asesinados del mundo de acuerdo con el Comité para la Protección de los Periodistas. Somos el país más peligroso para este trabajo en América Latina, y estamos a la par de Afganistán. 

También es una profesión atacada desde el poder. A los gobiernos siempre les ha irritado la prensa libre y crítica, pero hace tiempo que no teníamos un presidente que la detestara tanto. Una y otra vez, desde su podio en las mañaneras, ataca, denigra y difama al periodismo. Igual que Donald Trump, la crítica no es honesta: siempre es conservadora, mentirosa, parte de una conspiración… o chayotera.

Esta es una espiral que debemos romper. Los medios no podemos dejar de vigilar a los gobiernos, porque sin una prensa libre, no hay democracia

Y no, no tenemos que estar explicando “dónde estábamos” cuando los otros gobiernos, porque si quienes dicen eso estuvieran poniendo atención, probablemente lo sabrían. 

Es un discurso de gente floja, que se cuelga de lo que dice el presidente para desestimar todo cuestionamiento sin usar argumentos. Decir que la prensa está vendida es una forma también de silenciar a la crítica.

Ojalá sea cierto que ya no existe el llamado chayote. Pero es un error suponer que todo lo que no reafirma nuestras convicciones es mentira o producto de una misteriosa corrupción.

Debemos empujarnos a ver que no siempre tenemos razón, pero tenemos derecho a una opinión diferente

Y sobre todo, tenemos que recordar que la única forma de mejorar nuestro país, es desafiando al poder.

Más del autor: Las auditorías crueles

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