Un pacto nacional para mejorar la calidad de vida de los policías

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Una película de policías, el documental que se está transmitiendo por Netflix en estos días, es una llamada de atención sobre las condiciones en las que viven y trabajan los policías en México. 

Nuestro país enfrenta desde hace décadas una crisis de seguridad sin precedentes que sigue acentuándose sin que las “soluciones” propuestas hasta ahora hayan funcionado.

Definitivamente es necesario incrementar el número de policías ya que hay solamente 1.2 policías por cada 100 habitantes, también es fundamental darles una capacitación que realmente les permita desarrollar las habilidades y competencias que necesitan para llevar a cabo sus funciones correctamente. 

Pero más allá de eso ¿quién quiere ser policía con la remuneración y las condiciones de trabajo que existen actualmente? De acuerdo con el estudio, “Hallazgos del sistema de indicadores del modelo nacional de policía y justicia cívica” realizado por el INSYDE los municipios del país que mejor pagan a sus policías son: Guadalajara, Irapuato, Monterrey, Querétaro y San Pedro Garza García con salarios de $18 mil pesos mensuales libres de impuestos. Fuera de estos municipios los salarios rondan los 6 mil pesos mensuales, y los policías pagan por sus propios uniformes, gasolina, etc.

La complejidad del problema no puede ser pretexto para no abordarlo, deberían establecerse prioridades y atenderlas poco a poco en un planteamiento de largo plazo.

Independientemente de todas las posibles soluciones, lo que es cierto es que con esos salarios va a ser difícil implementar cualquier cambio, pues la policía está en un estado de precariedad económica que no les permite enfocarse en sus labores. Por esto, mejorar las condiciones laborales tendría que ser la prioridad. 

Mejorar las condiciones laborales no solamente significa pagar mejor a los policías, empezar por estandarizar sus honorarios de tal forma que todos ganen los 18 mil pesos mensuales libres de impuestos que hoy solo unos pocos ganan. Significa, también, que habría que otorgarles prestaciones competitivas de tal forma que ser policía se convierta en un empleo no solo digno sino en una aspiración, ahí también habría que trabajar intensamente en una estrategia de comunicación para que la sociedad revalore el papel de estos servidores públicos y se convierta en una figura que inspire respeto y aprecio.   

Por supuesto existen restricciones de presupuesto que en parte son las que impiden incrementar los salarios de los policías y ofrecerles mejores condiciones de trabajo. El presupuesto nunca alcanza porque también hay otros problemas que atender en el país.

Pero, si todos estamos de acuerdo en que la seguridad en México es un asunto crítico que impide el desarrollo de las demás áreas de la vida social y de la economía, entonces quizá podamos dejar de verlo como un problema exclusivo del gobierno y empezar a pensarlo como un problema que tenemos que resolver todos los miembros de la sociedad.

Habría que convocar a un “Pacto Nacional” para fortalecer a las policías y en ese pacto deberían participar el gobierno, las empresas y las organizaciones sociales.

Son poco más de 130 mil policías en todo el país ¿por qué no pedirle a la industria aseguradora precios realmente preferenciales para brindarles un seguro de gastos médicos mayores a ellos y a sus familias? ¿Qué pasaría si los desarrolladores inmobiliarios les ofrecen viviendas prácticamente al costo? Las escuelas y universidades privadas podrían ofrecer becas o descuentos significativos para los hijos de los policías. Con 130 mil pesos mensuales las cadenas de supermercados podrían dar un vale de mil pesos a cada policía. ¿Qué significaría cada una de estas aportaciones en las vidas de los policías y sus familias? Sería una forma de decirles: “tú me proteges yo te protejo, no estás solo”. 

Las empresas de medios y de publicidad podrían donar espacios y creatividad para hacer una campaña nacional de largo aliento (al menos cinco años) para revalorar el rol de los policías. Todas las industrias podrían hacer una aportación a un fondo para mejorar salarios y capacitación. Los ciudadanos podríamos aportar a dicho fondo con donativos individuales y voluntarios, con la convicción de que se trata de una “inversión social” para reconstruir la seguridad pública. 

Por supuesto, los empresarios y los ciudadanos podrían responder que eso es responsabilidad del Estado y que no tienen por qué cargar con ella, que ya pagan impuestos para que estas cosas sucedan, pero resulta que, por diversas razones, los impuestos que todos pagamos no alcanzan para cubrir éstas y otras necesidades fundamentales e incrementar impuestos no parece tampoco ser la solución porque, para empezar, hay una profunda desconfianza en que el dinero recaudado realmente llegue a donde debe llegar.

Si como sociedad reconocemos que la inseguridad es el problema más grave que enfrentamos y que las personas responsables de protegernos no gozan de condiciones laborales dignas, entonces deberíamos asumirnos parte de la solución y aportar desde donde nos toca para invertir en mejorar las condiciones de vida de los policías y sus familias.

Cuando los agentes de seguridad empiecen a gozar de un salario digno y de prestaciones realmente atractivas, ser policía se va a convertir en una aspiración para muchos mexicanos y entonces, las academias de policía podrían seleccionar a los mejores y quienes consigan el puesto se cuidarían mucho de no perderlo. Si, además, la sociedad empieza a percibir a los policías como ciudadanos ejemplares y como verdaderos aliados, podríamos revertir el círculo vicioso que hoy tenemos para convertirlo en un circulo virtuoso.

Es posible que esta propuesta le parezca onerosa a muchos, pero ¿acaso no nos está costando muchísimo más no hacer nada y esperar a que el gobierno por sí solo lo solucione?  No actuar está resultando mucho más costoso para todos. 

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