Relativismo moral. Un concepto que cada vez que la realidad cambia nos obliga a volver a pensar y repensar en las cosas que suceden y cómo las entendemos.
Se asume como relativismo moral la noción de que las cosas hay que juzgarlas o analizarlas desde la perspectiva del momento y la situación en que se dieron. Así, hoy podemos revisitar a los líderes de la Revolución Mexicana, por dar un ejemplo, desde una perspectiva distinta a la que se les veía históricamente. Podemos pensar que las cosas que hizo Francisco Villa quizá a la luz de cómo pensamos hoy, eran bastante siniestras: era machista, era violento, era cruel; pero en su momento, y en la versión histórica que se nos enseñó, era un héroe.
Es difícil juzgar a un personaje de hace cien o doscientos años sin tratar de entender su contexto histórico, social, cultural. Eran personas de su tiempo y respondían a los códigos y lógicas de entonces. Así es complejo exigirle coherencia con nuestros valores actuales de igualdad y justicia a quienes vivían otros tiempos.
Pero lo que es curioso de esto es la velocidad con la que el relativismo moral avanza. Ya no es por centenares de años, ni por décadas. Por lo visto, es por gobernante.
Así, viene al caso la tragedia de los cinco jóvenes de Jalisco. Roberto, Diego, Uriel, Jaime y Dante fueron secuestrados y vivieron una pesadilla de la que no salieron. Las imágenes y videos que se han filtrado muestran el horror que se vive en nuestro país.
Es un caso que debería indignar a México como lo han hecho tantos otros. Casos que han generado movilizaciones masivas y exigencias de justicia.
Y si bien eso se ha visto hasta cierto punto, curiosamente la víctima verdadera es la misma de siempre: el presidente Andrés Manuel López Obrador. Nada puede ser una muestra más dramática del relativismo moral que la forma en que la supuesta izquierda liberal que lo apoya ha reaccionado ante este caso.
Recordemos: en la mañanera tras el secuestro, el presidente no habló del tema. La prensa oficialista no preguntó acerca del tema. Cuando el jefe de Estado ya se quería ir a desayunar fue increpado sobre el tema. Dijo no haber escuchado la pregunta – que se oye claramente en las grabaciones – y cuenta un chiste sobre gente que se hace la sorda.
Y todo el mundo se ríe.
Pero después, el “contragolpe conservador”. Medios, editorialistas y sobre todo las “benditas redes sociales” cargaron contra lo que era percibido como un acto de cruel indolencia, de desprecio, por parte del presidente.
No tardaría mucho en que los admiradores de esta administración se sumieran en un cómodo relativismo moral. A López Obrador lo “están crucificando”, dijeron, como si ser criticado se pareciera mínimamente a lo que sufrieron esos jóvenes. La defensa fue cerrada y ordenada, como suele ser.
Este es el punto del relativismo moral: nos permite engañarnos a nosotros mismos con toda soltura. Porque si esto hubiera pasado en cualquier gobierno anterior, quienes hoy defienden al presidente estarían en las calles clamando por justicia. Ahora no, al contrario. Porque el problema no es el horror que suceda, es cuándo y quién manda cuando sucede.
Y ese es el problema de fondo. Hay valores morales, culturales y sociales que pueden cambiar. Pero hay uno que nunca debe hacerlo: condenar la violencia. Siempre, donde sea.
Más del autor: Modelo Bukele