La herencia

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En pocos días son las elecciones, y al día siguiente comenzará el debate sobre quién será el sucesor del presidente.

¿Cuál es la principal aspiración de cualquier gobierno? Siempre hablan de cambiar al país y transformar la realidad de la sociedad mexicana, de hacer historia. Pero la verdad es que su objetivo es perdurar. Los partidos quieren repetirse una y otra vez, porque no hay nada peor que perder el poder.

Lo que hasta hace poco era una competencia entre dos personas ha cambiado de golpe. 

La razón principal es una tragedia: el accidente en la Línea 12 del Metro.

Este evento pegó directamente en la línea de flotación de los dos principales delfines de la llamada “cuarta transformación”: el canciller Marcelo Ebrard y la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. 

De ser las dos figuras más visibles y mejor evaluadas de Morena, su imagen parece haber sufrido un golpe mortal. Según la última encuesta de El Financiero, Sheinbaum perdió 10 puntos y Ebrard 12 de aprobación. 

Ambos han sido protegidos desde el Palacio Nacional, siempre recibiendo elogios y atenciones por parte del presidente López Obrador, pero esta crisis les ha afectado en la médula. No fue solo el accidente en sí, sino el pésimo manejo de crisis por parte del gobierno.

Florencia Serranía, la responsable del Metro, ha aparecido una sola vez para hablar del tema y después se desvaneció; sigue en su cargo, esperando pacientemente el “peritaje independiente” que vendrá hasta después de las elecciones intermedias. 

Las víctimas y sus familiares han acusado una y otra vez abandono por parte de las autoridades, que públicamente dicen que les apoyarán. Pero según el testimonio de las personas afectadas, se les ha dejado de lado.

Así, la caballada de Morena se ha quedado flaca, como diría el presidente. Esto sin duda agitará las aguas turbulentas de ese partido, en el que la selección de candidaturas siempre ha sido causante de grandes discordias.

Del lado de la oposición tampoco se ven grandes figuras. En el PRI se empezó a empujar una eventual candidatura a la presidencia de Alejandro Moreno, “Alito”, el actual dirigente de ese partido. Sin embargo, no parece ser una figura muy convincente: relativamente anónimo y con poco carisma, Alito podría llevar a su partido a hundirse aún más de lo que ya está. 

Por parte del PAN, Ricardo Anaya está haciendo todo lo posible para volver a colocarse como su carta presidencial. Ha recorrido el país y ha hablado con la gente, pero el resultado ha sido más bien una avalancha de memes y burlas que un crecimiento en su apoyo popular.

Faltan tres años para la elección presidencial y por supuesto pueden pasar muchas cosas de aquí a entonces. Dependerá mucho del estado de ánimo del país y de los resultados de esta administración, la preferencia de quienes votan. 

Lo que pase en esta elección intermedia dibujará una vez más el mapa electoral mexicano. Al mismo tiempo, revelará la urgencia de una renovación en nuestra clase política.

La incapacidad de los partidos de darse cuenta que necesitan cambiar, acercarse a la ciudadanía y construir liderazgos confiables terminará siendo su gran debilidad. 

De no surgir nuevas figuras, lo que veremos en tres años será una elección definida por los aparatos electorales de los partidos, peleando el poder por el poder mismo.

Cómo ciudadanía no solo debemos exigirle a los gobiernos, sino también a los partidos. ¿Levantaremos la voz?

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