Traición a la patria

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Traidores. Y peor: traidores a la Patria. Eso es lo que el gobierno y su legión consideran que son esas personas que se negaron a votar a favor de la reforma eléctrica que propuso el Ejecutivo. En su perspectiva, no respaldar su punto de vista no es solo un desacuerdo, es un acto criminal.

¿Qué significa traicionar a la Patria? El delito es real y está en la ley. El Código Penal dice que actuar contra la independencia del país, a favor de intereses extranjeros, es traición. También lo es apoyar acciones bélicas contra México, apoyar a grupos armados que quieran atacar nuestra República, hacer espionaje, o cometer actos de terrorismo o sedición.

El castigo puede significar hasta 40 años de prisión, además del precio social o de reputación que conlleva: si traicionas a la Patria, nunca nadie te perdonará, ni a tí ni a tu familia. Es una condena al ostracismo.

Las acusaciones de este tipo de delito se dan cada sexenio, pero en general son de ciudadanos contra gobiernos, y no al revés. Andrés Manuel, en los tiempos de Peña Nieto, acusó al entonces presidente de traición a la Patria por sus acuerdos con petroleras extranjeras. 

La denuncia no prosperó y ya como presidente, López Obrador no insistió, como parte de su política de no agresión con su predecesor. Pero ahora el discurso ha vuelto a apoderarse del debate.

En la frustración y la ira que generó no haber logrado la contrarreforma eléctrica, han recurrido a una estrategia que les es habitual: la mejor defensa es el ataque. Así, la aspiración es convertir este fracaso en un éxito de comunicación, persiguiendo y tratando de humillar públicamente a las personas de la oposición que no apoyaron el proyecto.

Mario Delgado, presidente de Morena, en la desesperación por complacer y subirle el ánimo al presidente, ha anunciado que buscarán hacer una -otra- consulta popular para que se juzgue a quienes consideran traidores. Legisladores de oposición han denunciado una “campaña de odio” en su contra. Ante esto, Delgado los acusó de “delicaditos”, en su habitual contribución a empobrecer el debate político.

En la lógica de Morena no hay mejor argumento que el de los patriotas. Son patriotas, leales a México, quienes combaten a la inversión extranjera y defienden lo que entienden por soberanía. Son patriotas contra vendepatrias, sin matices ni ambigüedades.

El patriotismo es un discurso efectivo: suena a que amas a tu nación, la defiendes, la cuidas. Nadie quiere ser colocado en el papel de ser anti-México, o a favor de los malvados extranjeros que solo vienen a saquearnos. 

Pero eso también es una mentira. Porque la noción de nacionalismo que se nos ha impuesto está decidida por unos cuantos poderosos que nos dicen qué sí es patriota y qué no. Es una construcción cultural llena de prejuicios y de manipulación política. Porque no hay problema con doblarse ante Donald Trump y poner a nuestra Guardia Nacional a su servicio, pero sí lo es no apoyar una ley que buscaba hacer más poderosa y opaca a la Comisión Federal de Electricidad. 

Porque quien decide qué sí es patriota y qué no, no es la sociedad: son las élites en el poder.

El concepto de patriotismo busca dividirnos y volvernos excluyentes, despreciando a quien es de otros lugares, quien se ve o habla distinto. Es el principio de la xenofobia y de la discriminación. Nos crea la falsa ilusión de ser especiales, porque “somos mexicanos”.

El mundo globalizado vive un alza en los discursos nacionalistas y populistas. Lo vemos en Estados Unidos, en Europa, en América Latina. Grupos políticos que se erigen a sí mismos en los “verdaderos” representantes de la patria y del pueblo para defender nuestra sangre pura de los migrantes, de los extranjeros. 

Estos movimientos solo llevan al odio. Solo llevan a la división. Y muchas veces, llevan a la violencia.

No caigamos en la trampa de odiar al mundo por defender una postura política. Debemos ser más sabios y más astutos que quienes tratan de usar nuestra nacionalidad para manipularnos.

Estar en desacuerdo, votar contra algo, no es traición a nada: es parte de la democracia, y condenar el disenso es un peligroso paso hacia el autoritarismo.

Amar a México no es odiar a los demás. Es respetar nuestras leyes, nuestras instituciones. Cuidarnos como sociedad.

Es justo eso que este gobierno no sabe hacer.

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