La semana pasada los 308 planteles del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) anunciaron un paro de labores. Unos días antes pasó lo mismo en las 26 preparatorias de la Ciudad de México.
¿La razón? Ambas instituciones aseguran que su presupuesto no les alcanza para administrar las escuelas y pagar los salarios de la plantilla de docentes.
El sistema educativo de México venía arrastrando rezagos estructurales muy importantes desde antes de 2018, algo que se vio agravado por la pandemia. Cuando las escuelas cerraron para tratar de detener los contagios de la COVID-19, estas carencias aumentaron enormemente.
Junto con Bangladesh fuimos el país que más días mantuvo cerradas las escuelas y sin clases presenciales por el confinamiento, de acuerdo a lo que indica la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), lo cual ha representado un grave impacto para las y los estudiantes en términos de aprendizaje y de experiencias significativas.
Ni esta administración ni las anteriores han planteado cambios reales que respondan a los retos académicos que se viven en el país y, al final, quienes claramente pierden son las y los alumnos.
Sin embargo, las prioridades del gobierno están en otros proyectos que requieren cantidades millonarias de recursos para desarrollarse, mientras la educación está descobijada al grado en que se les reduce el presupuesto.
Ahora bien, sabemos que invertir en la educación es importante pero también es necesario conocer cómo estamos formando a las nuevas generaciones de niños y jóvenes que se enfrentan a una realidad que cambia constantemente.
En un mundo cada vez más globalizado y conectado es vital hacer determinados ajustes a la forma de concebir la educación.
El pedagogo británico Ken Robinson decía que mundialmente se estaba educando a la siguiente generación de desempleados, pues planteaba que los procesos educativos tradicionales están diseñados para satisfacer necesidades actuales que probablemente no existirán a corto plazo, incluso para trabajos que probablemente irán desapareciendo o no serán necesarios.
Las estimaciones que ha hecho la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) sobre los estragos que ha sufrido la educación básica con la pandemia son verdaderamente preocupantes.
La organización internacional señala que la recuperación de los niveles de competencia de la generación que en 2020 se encontraba en tercer grado de primaria, se alcanzaría hasta el año 2030.
Puede ser una pesadilla desde ahora imaginar el futuro de nuestro país con estos rezagos acumulados en la educación de quienes, entre el 2030 y 2040, serán los jóvenes y adultos que deberán incorporarse al mercado de trabajo, y asumir tareas de liderazgo en diferentes ámbitos.
Según expertos en el tema, luego de poco más de 100 años de haberse creado la Secretaría de Educación Pública resulta ya obsoleta y explican que la fisura de la SEP ha causado una involución en la educación de nuestro país.
El mundo ha cambiado: ahora las niñas, niños y jóvenes responden a estímulos diferentes, mientras que el sistema educativo nacional sigue siendo el mismo, y cada vez le cuesta más trabajo a esta institución adaptarse a la actualidad.
El rezago educativo sigue limitando las potencialidades de los estudiantes mexicanos, mermando su competitividad y la eventual productividad laboral para beneficio del desarrollo de México.
Es necesario garantizar educación de calidad a la mayor parte de la ciudadanía, mejorar los recursos e invertir en infraestructura. También urge elevar el gasto gubernamental para el sector, capacitar mejor a los maestros y evaluaciones que garanticen el avance hacia una mayor calidad.
En Cuestione creemos que la educación es un factor de cambio determinante para el desarrollo de cualquier país. Este es un tema urgente, es un asunto crucial. Debemos hacer algo al respecto.
De lo contrario estaremos condenando a toda una generación de mexicanas y mexicanos.
