El hambre de poder

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En sólo 55 días, Morena, un partido que presume tener un programa y principios, ha sumado a sus filas al menos a 105 ex militantes del PRI, PAN y PRD, institutos políticos a los que el máximo líder del partido guinda, Andrés Manuel López Obrador, ha acusado de corruptos y acomodaticios. 

Los casos más sonados son de personas que en algún momento de sus carreras hablaron pestes de Morena y que ahora, seducidos por el poder de ese partido o porque fueron rechazados en sus organizaciones, están deseosos de tomarse fotografías con Claudia Sheinbaum o cualquier morenista que se deje y hasta borran de un salto décadas de militancia en sus otros partidos. 

Uno de ellos, Rommel Pacheco, el ex clavadista olímpico que desde San Lázaro rechazó la reforma eléctrica del presidente López Obrador al grito de “no va a pasar, no va a pasar” mientras se abrazaba con Mariana Gómez del Campo, sobrina de Felipe Calderón. Ahora, dio un salto mortal con giro extremo a la izquierda y ya es morenista. 

El cambio de camiseta de Rommel, quien también amagó con denunciar a la titular de Conade, Ana Gabriela Guevara, se dio luego que el blanquiazul le dio la espalda en sus aspiraciones de ser el candidato para el gobierno de Yucatán.

Ni a él ni a Claudia Sheinbaum les importó que tras el rechazo a la reforma eléctrica Rommel fuera calificado como traidor a la patria, pues ahora es la flamante apuesta para la alcaldía de Mérida. Ninguna acusación o señalamiento está por encima del pragmatismo -o el cinismo- de los chapulines saltimbanquis de la política. 

Ni qué decir de Pedro Kumamoto, quien en 2015 se convirtió en el primer candidato independiente en ganar una elección en Jalisco para volverse diputado local del distrito 10 en Zapopan. 

Ocho años después -y luego que hace apenas cinco meses aseguraba que no negociaría con Morena y reiteraba su compromiso de siempre ser independiente- Kumamoto buscará la alcaldía de Zapopan con apoyo de Morena, partido al que rechazaba diciendo: “Morena no va a llegar a Zapopan y de eso nos vamos a encargar nosotras y nosotros”. Vaya ironía… 

Más ejemplos: Jorge Carlos Ramírez Marín, quien de un momento a otro ignoró sus 44 años de militancia en el PRI y se sumó al Partido Verde para contender en la encuesta de Morena y finalmente declinar en favor de Joaquín Huacho Díaz Mena para la candidatura al gobierno de Yucatán. 

Estos casos son un cuento precautorio de lo que se viene.

A decir de expertos, movimientos de este tipo se volverán cada vez más comunes a medida que avance el proceso electoral de 2024, el más grande en la historia moderna de México, y en el que se elegirán más de 20 mil cargos de representación popular incluidos la Presidencia, nueve gubernaturas, el Congreso y casi dos mil presidencias municipales. 

Como nos dijo el analista José Antonio Crespo: se viven tiempos de la política al estilo Groucho Marx, en los que se aplica la frase del comediante “Estos son mis principios, si no le gustan… tengo otros”.

Es crucial prestar atención hoy a lo que vendrá en los próximos meses: políticos brincando de partido a partido, donde ya no importa la ideología, importa el puesto. 

Y todo con un solo objetivo: seguir viviendo a costa del erario, seguir abusando del poder. Pues la política en este país no es una carrera, es un negocio.

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