La ultraviolencia contra el libre periodismo

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Que un periodista desaparezca al entrar al consulado de Arabia Saudita en Estambul, Turquía, y, 15 días después se sepa que posiblemente haya sido descuartizado, parecería increíble. Pero es el destino que encaró el reportero saudí Jamal Khashoggi y, probablemente, de muchos más que buscan ejercer el periodismo.

El 2 de octubre Khashoggi ingresó al consulado Saudí en la capital turca para no salir nunca más. Era una pluma crítica con la casa real saudí, que desde hacía 12 meses se había autoexiliado en Estados Unidos.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos, se dijo “listo” para ayudar a las autoridades turcas y sauditas a investigar el asesinato de Khashoggi.

Pero la posible descuartización del periodista saudí no queda muy lejos de la violencia bajo la que trabajan sus colegas mexicanos. Por ejemplo, a Carlos Domínguez Rodríguez, periodista que trabajaba independiente y era autor de una columna sobre temas políticos en Tamaulipas, fue asesinado frente a su nuera y nietos el 13 de enero.

Su hijo relató que fueron seis los agresores y que, irónicamente, una base del C4 -donde decenas de militares y policías trabajan- estaba ubicada a 250 metros de donde cometieron el homicidio.

Domínguez fue el primer periodista asesinado del año, pero han sido más de 10 las víctimas de la violencia que murieron en relación con su labor.

Violencia continúa

Otro de los ciudadanos y comunicadores que perdió la vida fue Leobardo Vázquez Atzin, asesinado a balazos en Veracruz, el 21 de marzo pasado. Antes de la agresión había sido amenazado de muerte por tener información en contra de una notaría y de autoridades de la pasada administración municipal de Tecolutla.

Casi dos meses después se sumó a la lista fatal Juan Carlos Huerta. Era un reconocido locutor de Tabasco y dirigía el programa de radio Panorama Sin Reservas. El 15 de mayo salió de su casa al trabajo, cuando un grupo armado le cerró el paso y balearon su automóvil.

Días después, en el otro extremo del país, la periodista Alicia Díaz González murió asesinada a golpes en su propia casa, en Monterrey. La también colaboradora del diario El Financiero y Reforma en su sección local, fue hallada muerta por su hijo Eduardo Andrés.

Pero la violencia contra los periodistas mexicanos parecía no detenerse. El 29 de mayo Héctor González Antonio, corresponsal del diario Excélsior y medios locales en Tamaulipas, fue encontrado muerto. De acuerdo con las investigaciones de la fiscalía del estado, González murió a golpes y fue abandonado en un terreno de la colonia La Estrella.

Pero la procuraduría de la entidad declaró que “se diluyó” la línea de investigación de su homicidio con relación a su trabajo como periodista.

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Cancún, de paraíso vacacional a infierno

En Playa del Carmen, Quintana Roo, dos homicidios más marcaron al gremio periodístico. Rubén Pat, periodista y director del semanario Playa News, fue asesinado el 24 de julio.

El comunicador ya había denunciado amenazas y tortura de parte de la policía local, ante la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU.

Del mismo semanario fue asesinado el colaborador José Guadalupe Chan Dzib. Junto con Pat, había reportado la criminalidad del estado y ambos trabajaban bajo resguardo de la protección a periodistas y personas defensoras de los derechos humanos.

También en el estado de Quintana Roo fue asesinado Javier Rodríguez Valladares, fue atacado por al menos dos personas con armas de fuego en Cancún, el 29 de agosto.

Aunque la Fiscalía estatal declaró que las investigaciones sobre el homicidio indicaron que sucedió fuera del horario de trabajo del camarógrafo y que, como Rodríguez no vestía uniforme, “se descartó que el asesinato haya sido un hecho que atentara contra la libertad de expresión”.

Centro y sur del país no se salvan…

Luis Pérez García, periodista, locutor y director de la revista Encuestas de Hoy, fue asesinado en su domicilio en la alcaldía de Iztapalapa, en la Ciudad de México cuando el 23 de julio sujetos entraron a su casa, lo golpearon en el cráneo y después le prendieron fuego.

El 6 de agosto, en Valle de Santiago, Guanajuato, Rodolfo García González, colaborador del semanario Día Siete fue asesinado luego de varios disparos en la Unidad Deportiva en dicha comunidad.

Mario Gómez, reportero de El Heraldo de Chiapas, fue asesinado a balazos el 21 de septiembre en Yajalón, Chiapas. Los agresores fueron una supuesta banda de narcomenudistas, relacionados a la cobertura de Gómez sobre la venta de drogas en el estado.

En el Barrio de los Jales, Taxco, Arturo Porcayo perdió la vida a manos de un sicario dentro de un taller al momento de recoger su motocicleta. La agresión contra el periodista, conocido como DJ Pikachu, en Guerrero sucedió el 28 de septiembre.

El último homicidio contra un periodista se registró el 3 de octubre pasado, cerca de la frontera con Guatemala. Sergio Martínez, reportero y empresario de Chiapas, fue asesinado afuera de una fonda del municipio de Tuxtla Chico.

El Dengue, como era conocido entre amigos, era dueño de un bar del mismo nombre y ya había anticipado días antes en redes sociales una posible amenaza.

La situación de violencia contra los periodistas en México es alarmante. Nuestro país es el segundo más peligroso para periodistas en el mundo, solo después de Afganistán, de acuerdo con la organización Reporteros sin Fronteras.

Desde que se creó la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) en 2010, no se ha obtenido ninguna sentencia condenatoria contra los presuntos responsables de asesinatos contra periodistas en México.

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