AMLO presidente: “¡No habré de reelegirme!”

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“Honorable Congreso, pueblo de México, protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de presidente de la República que el pueblo me ha conferido de manera democrática”, fueron las primeras palabras de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México.

Llegó la hora cero para la nueva República y después de 12 años y tres elecciones, AMLO recibió, de las manos de Porfirio Muñoz Ledo, la Banda Presidencial que él mismo se colgó. Se concretó: México y todos sus problemas tienen nuevos responsables por los próximos seis años.

¡Me canso, ganso!

Lo que comenzó como un discurso no triunfalista, sino de diagnóstico y directo sobre las primeras acciones del sexenio, en el que incluso le agradeció a Enrique Peña Nieto no haber intervenido en las elecciones como presidente en turno, terminó convirtiéndose en una copia de los discursos de templete en los que López Obrador es experto.

Promesas como el combate a la corrupción, la impartición de justicia sin distinción, la baja del IVA en la frontera, las consultas, la austeridad obligada y la construcción de las megaobras como el aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya —aquí fue cuando afirmó, ¡me canso ganso!—, desplazaron la explicación puntual del cambio de régimen político y las razones por las cuales la justicia y la democracia son los temas más importantes de atender en un gobierno que comienza.

Inicio inconforme

Aunque la ceremonia comenzó con el grito de ¡Presidente, presidente! y ¡sí se pudo!, al paso de los minutos y con el refrendo de las propuestas de campaña, el ya presidente constitucional López Obrador tuvo algunos momentos ríspidos. Los desacuerdos más escandalosos en la tribuna comenzaron con la respuesta a su proposición de “perdón y cuenta nueva” y “no persecusión” a los malos funcionarios; los diputados respondieron con el famoso conteo de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y el grito de ¡justicia!

Las inconformidades siguieron con los gritos de “¡abajo el IVA!”, cuando habló de la inflación y el precio de los combustibles. Aunque se dio el lujo de responder: “Ahora resulta que quienes aumentaron el precio están queriendo que baje”.

El tercer grito colectivo de desacuerdo lo protagonizaron un grupo de legisladores, principalmente del Partido Acción Nacional (PAN), en contra de Nicolás Maduropresidente de Venezuela a quien le gritaron: “¡Dictador!” y “¡No eres bienvenido!”

Para terminar la larga lista de acciones por emprender (¿promesas de campaña?), López Obrador perfiló el final de su discurso a la austeridad en forma de ajuste de gasto gubernamental —”no puede haber gobierno rico con pueblo pobre”—, de venta de bienes como el avión presidencial y con la frase de “nada material me interesa, ni me importa la parafernalia del poder. El poder se puede ejercer con sabiduría y humildad”.

Para acallar las voces que lo piensan dispuesto a reelegirse fue claro: “También soy Maderista. Soy creyente del sufragio efectivo y la no reelección […] Que no sea fácil retrogradar, decían los liberales del siglo XIX. Me someteré a la revocación del mandato. No habré de reelegirme”.

Ya al final, final, final, agradeció a todos los jefes de estado o sus respectivos representantes por haber atendido a la invitación de acudir a su toma de protesta. Después, salió entre el tumulto y las selfies por los pasillos de San Lázaro para ir al Zócalo capitalino, donde se celebra el llamado AMLOFest.

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