Asesinatos figurados

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He matado a mucha gente. En sentido figurado, claro, y en la ficción, pero ese no es tema para hoy. Familia, ex amigos, ex colegas, conocidos, ex amantes. Gente con la que me relacioné por amor, cariño o negocios y por azares del destino o influencia de Ápate terminaron mostrando falta de lealtad y respeto tales que hizo imposible la continuidad de algún tipo de relación.

Sin duda la gente más difícil de liquidar en vida es la familia, y más en familias unidas como la mías: la mayoría de los primos crecimos como hermanos y convertirlos en extraños implica también aprender nuevas formas de desapego y estrategias para alejar la nostalgia y la tristeza. Han sido duelos en contra de mi voluntad, como los de la muerte.

Las primeras dos personas que maté en vida llegaron en combo: una tía y una prima. La prima por haberse metido con mi marido y la tía por ser la artífice de tal noviazgo en el momento y lugar equivocados. Me enteré del suceso la tarde de la fiesta de cumpleaños de mi primer hijo. Los vi platicando en la calle y ahí me di cuenta, por la posición de las piernas, por la forma en que se miraban, la familiaridad de los gestos, de que había algo entre ellos dos, y no solo entre ellos dos, mi tía era parte de la ecuación.

Todo comenzó cuando invité a la prima, de 19 años, y a su hermano, de 11, a pasar unos días en mi casa mientras su mamá, mi tía, estaba de viaje en la playa con un galán; tenía varios años sin convivir con ellos y me pareció bonito recuperar el vínculo afectivo. Como fue algo no planeado tuve que comprarles algunas cosas para que estuvieran más cómodos, como ropa y aditamentos de higiene. Fuimos al cine, a comer, a pasear a muchos lugares, quería que estuvieran contentos. Se quedaron conmigo unos 10 días.

Después ellas empezaron a frecuentar la oficina de mi esposo, ex para cuando escribo esto, con el pretexto de necesitar asesoría legal y una cosa llevó a la otra y de repente ya salían, no solo de noche entre semana, sino en fin de semana e incluso viajaron juntos.

Yo tenía un bebé de un año y estaba embarazada de una niña y de repente me vi sola, abandonada y recibiendo todas las mentiras posibles para encubrir la aventura. Pasé infinitas noches empapando la almohada, teniendo que fingir alegría cuando me gobernaban la tristeza y el miedo a perderlo. 

Me tardé 10 años en superar el dolor que me provocó aquello. Las vi una vez, en el velorio de otra tía, les dije que ya las perdoné, pero eso no implica que quiera estar cerca de gente que me trató de esa manera ni quiero interactuar de forma alguna. De ellas recibí mierda, egoísmo, mentiras, indiferencia, y por eso coloqué una lápida entre nosotras.

Otra persona muerta para mí es oootra prima, de mi otra familia (que no se vaya a creer que mis familias son feas, al contrario, soy muy privilegiada de haber crecido rodeada del amor de tanta gente, pero bueno, nunca falta la piedrita en la bolsa de frijoles). A esta mujer un buen día le caí mal y le pareció buena idea empezar a enviarme mensajes, por medio del formulario de contacto de mi sitio web, luego por correo electrónico y después por las redes sociales diciéndome lo fea que soy, burlándose de mi ropa, mi nariz, mi tartamudez, asegurando que mi trabajo es una porquería, acusándome de ser amante de señores casados y otros ataques, casi siempre los mismos. 

El primer año y medio recibí más de mil mensajes, algunos con amenazas de hacerle daño a mi hija, lo que me decidió a poner una denuncia en la Fiscalía General de la República contra quien resultara responsable. Y la responsable resultó ella. Enterarme fue devastador. Pasé meses y meses preguntándome por qué, devanándome los sesos entre mis recuerdos, buscando el momento, las palabras, la mirada, el gesto que pude haber hecho para ofenderla y enojarla de esa forma. Tuve que ir a terapia, lloré, pasé infinidad de noches sin dormir. No encontré nada, ningún recuerdo que me diera la respuesta. Quise contactarla mediante el mecanismo de mediación de la FGR, se negó. 

Después de cinco años decidí dejarlo por la paz, ya era momento de perdonarme la afrenta desconocida y de perdonarla de manera unilateral por sus ya cinco años de dedicarse a intentar joderme la existencia. Para mí ella también ya es parte de la melancolía del pasado; de cualquier forma la prima a la que quise y me quiso ya desapareció. 

Seguramente desde la perspectiva de mis primas yo soy la villana, de la misma historia hay distintas perspectivas. Siempre he elegido no ser víctima de nadie ni tirarme al drama, así que vivo este par de duelos en vida muy viva.

Más de la autora: Escritora exhibicionista

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