En noviembre de 2019, la participación de las mujeres en el mercado laboral en México había alcanzado el 45.5 por ciento, sin embargo, debido a la pandemia de COVID-19 para 2020 la tasa se redujo a 35% y para 2021 se recuperó nueve puntos porcentuales alcanzando 44 por ciento, sin embargo, todavía estamos lejos del 56 por ciento que fue la tasa de participación femenina en el mercado laboral en los países de la OCDE en 2019.
Estos datos reflejan una enorme vulnerabilidad en lo que se refiere a las condiciones de participación de las mujeres en el trabajo.
La enorme caída ocasionada por la pandemia puso en evidencia varias cosas: por una parte, las mujeres solemos tener más representación laboral en el sector servicios como el de la hospitalidad y en el comercio minorista, ambos muy impactados por la pandemia. Pero también y esto es lo más preocupante: porque al cerrarse las escuelas, muchas mujeres tuvieron que dejar sus empleos para quedarse en casa a cuidar a los hijos pequeños.
Fomentar la participación de las mujeres en el mercado laboral no solamente las beneficia a ellas sino a la economía en su conjunto. Si en México lográramos alcanzar una participación femenina de 56 por ciento, el monto adicional al Producto Interno Bruto sería de 3.5 billones de pesos.
Ahora bien, el problema no parece ser la falta de interés por parte de los empleadores, éstos ya se dieron cuenta que las mujeres pueden ser igual de productivas que los hombres y pueden desempeñar las mismas actividades, sin embargo, las mujeres siguen dedicando más tiempo que sus contrapartes a las tareas del hogar y recae en ellas principalmente el cuidado de los niños y los enfermos.
Al no haber suficientes apoyos sociales para las madres trabajadoras, éstas tienen que reducir su jornada laboral y por lo tanto sus ingresos, o de plano, dejar de trabajar cuando estos apoyos no están a su alcance.
La cancelación de las estancias infantiles en marzo de 2019 y el reciente anuncio de la Secretaría de Educación Pública de cancelar el programa de escuelas de tiempo completo es un golpe directo para las madres que trabajan ya que las obliga a tener que elegir entre trabajar y cuidar a sus hijos. Esto no solo es discriminatorio, pues afecta a los sectores más vulnerables, sino que tiene un impacto tremendo en la economía del país ya de por sí muy afectada por la pandemia, la inflación y otros factores macroeconómicos.
Las evidencias están ahí y son muy claras: la participación de las mujeres en el mercado laboral genera ingresos adicionales no solo para las familias sino para la sociedad en su conjunto. Si queremos impulsar el desarrollo económico del país, se requiere diseñar una estrategia agresiva e integral para eliminar las barreras que les impiden a las mujeres trabajar y trabajar más horas si así lo desean.
Esa estrategia empieza por generar las condiciones para que sus hijos estén bien atendidos mientras ellas trabajan, si el esquema de guarderías subsidiadas tenía problemas debió mejorarse, pero no eliminarse, por el contrario, se requieren más guarderías y en el caso de las escuelas de tiempo completo, no solamente son un gran apoyo para las madres, que pueden tener la tranquilidad de que sus hijos están en un ambiente seguro y de aprendizaje mientras ellas son productivas, sino que además, los niños más vulnerables están teniendo acceso a alimentación y a la posibilidad de desarrollar mejores aprendizajes.
Apostarle a que otros miembros de la familia cuiden a los niños mientras las madres trabajan no solo es injusto sino poco realista, hoy en día, las abuelas también tienen necesidad de trabajar para subsistir debido a la precariedad de los salarios.
Viéndolo desde un punto de vista estrictamente económico, es absurdo que personas que están en edad de ser productivas no lo sean simplemente porque no hay condiciones para hacerlo.
