Venganza social

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Hace unos días, un joven de 25 años asesinó con un cuchillo a tres pequeños, dos padres de familia y un profesor en una guardería en el sur de China. Estos crímenes que antes eran inusuales, paulatinamente se han convertido en tragedias más comunes. Aunque nos siguen horrorizando, poco se ha podido hacer para evitarlas. En principio, porque parece que no tienen explicación. 

En otro ataque previo contra niños y niñas, en el que afortunadamente no hubo muertos, las autoridades Chinas señalaban que podía responder a las tensiones sociales que se acumulaban. Pero situaciones similares se han presentado en otros países. 

Los perpetradores generalmente son hombres, tienen resentimiento y furia contra una sociedad en la que no encajan y de la que no se sienten parte. Especialistas piensan que las instituciones, otras personas, la sociedad les han quitado su lugar. Y solo a través de la ira y la violencia contra otras personas logran que los vean, mientras infligen dolor y “hacen pagar” a la sociedad. 

En China, el crecimiento económico acelerado de algunas empresas y personas ha incrementado también las desigualdades de grupos enteros que no logran insertarse en este capitalismo exacerbado. 

Así, los hombres de bajo estatus social, que ganan salarios bajos o están desempleados, tienen pocas posibilidades de encontrar pareja. 

A estos ataques masivos con cuchillos se les denomina “venganza social”. 

Si bien es un fenómeno complejo, algunos expertos señalan que estos actos podrían estar relacionados con este fenómeno de “venganza social”. Los niños son un objetivo frecuente de estos atacantes, porque buscan desatar su ira y frustración contra los más vulnerables de la sociedad.

Por otro lado, en Latinoamérica, la violencia contra las mujeres ha sido una triste realidad durante décadas. Países como México, Brasil y Argentina figuran entre los más afectados por los feminicidios y la violencia de género. Aquí, la opresión de las mujeres se ha enraizado en dinámicas sociales y culturales que exigen a los hombres cumplir con los roles masculinos tradicionales. 

A esta dinámica la antropóloga Rita Segato ha llamado “pedagogía de la crueldad”, en la que los hombres ejercen violencia como una forma de reclamar un lugar en la sociedad y afirmar su masculinidad.



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