Realpolitik

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Pocos personajes son tan relevantes para entender el mundo en el que vivimos hoy como Henry Kissinger. Ahora que ha cumplido 100 años de vida, vale la pena conocer algo de esta persona, odiada y venerada por igual, pero nunca menospreciada en su importancia. —El político estadounidense jugó un rol crucial en momentos clave de la historia, además de que su lógica estratégica construyó toda una escuela.

Esa escuela es lo que llamamos el Realpolitik. —Kissinger es conocido por su enfoque pragmático y realista de la política, sobre todo la exterior. Más allá de los valores morales o éticos, su posición como diplomático era: tenemos que ganar, no importa como. —Esto fue crucial durante la Guerra Fría, cuando fue Consejero de Seguridad Nacional del presidente Richard Nixon y después secretario de Estado, que es el equivalente a un canciller.

Podemos aprender algunas cosas de Kissinger, tanto para bien como para mal, porque en la realidad su historial tiene grandes logros y siniestros rasgos.

Uno de ellos es la lógica de “la mesa de tres patas”. —Esto era básicamente que para mantener el equilibrio mundial, durante la Guerra Fría, era necesario mantener la rivalidad entre la Unión Soviética y China. Fue él quién operó, con Nixon, que la China comunista se abriera al mundo y se acercara a Estados Unidos, como una forma de forzar a la URSS a reducir las tensiones. 

También logró negociar sacar a su país de la guerra de Vietnam conservando algo de su dignidad con los acuerdos de París de 1973 que concluyeron ese conflicto.

—Gracias a eso, ese mismo año le dieron el Premio Nobel de la Paz. Pero mientras se presentaba como el gran pacificador, estaba haciendo algo siniestro. Documentos desclasificados de agencias de inteligencia de Estados Unidos dieron a conocer hace unos días su profundo involucramiento en el golpe de Estado en Chile contra el gobierno democrático de Salvador Allende también en 1973.

—Kissinger sabía que era un presidente legítimo, pero en su opinión los Estados Unidos no podían permitir que un país se arruinara por la “irresponsabilidad de su propia gente”. Era la profunda naturaleza del intervencionismo de su país.

Así, según estos documentos, planeó y supervisó una serie de operaciones que contribuyeron a quebrar la economía chilena, desestabilizar al gobierno y finalmente llevar a un golpe de Estado.

 —Su resultado fue una cruel dictadura que duraría 17 años. Dejó miles de muertos y unas 40,000 personas torturadas, además de un país que 50 años después sigue fracturado.

Kissinger siguió asesorando a presidentes de Estados Unidos durante décadas, incluyendo a Donald Trump. A él, a la inversa de Nixon, le recomendó acercarse a Rusia para contener el creciente poder de China.

Porque eso, para él, es Realpolitik: no importa si hay muertos, torturados, si se pierde la democracia o si derrumbas otros países; no importa dar giros de 180 grados en política o en temas sociales, lo que importa es siempre ganar. Y le fue muy bien.

Su escuela nos debe importar, y quizá preocupar un poco hoy en día. Porque lo que vemos en la mayor parte de la política global es que importa poco quién sufra mientras quienes están en el poder se mantengan ahí.

Porque para los cínicos o los oportunistas el Realpolik ha sido muy rentable. Pero no lo ha sido para una sociedad cada vez más desigual, más dividida, y con más riesgos ecológicos y sociales.Así que tras el largo reinado de la Realpolitik, quizá es hora de pensar en otra cosa: una política orientada a la gente y no al poder. Una humanpolitik.

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