¿Qué viene después?

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La pregunta es amplísima. ¿A qué me refiero, preguntarán con razón? Me explico: ¿qué mundo tendremos después de “concluidas” las crisis diversas, incluyendo la sanitaria, económica y con el crimen organizado?

Algunos dicen que “algo bueno” debe salir de esto, como si hubiera un comando ético inmanente que mandata una limpia de conciencias y de prácticas públicas después de tanta tribulación. Detrás de tal afirmación existe, especialmente en el mundo monoteísta, la idea del Dios actuante: el que castiga y premia, según las conductas, con predecible consistencia.

Mi expectativa es diferente. Nada de lo que está sucediendo me lleva a concluir que “cosas buenas” saldrán de la eventual conclusión del azote que vive la humanidad entera. 

No sabemos cuándo concluirá la pandemia. Los pronósticos optimistas indican que podría haber una vacuna contra COVID-19 en un año y medio. Mientras tanto, debemos esperar segundas y terceras olas de la aflicción. Posiblemente cada vez peores, con muchos más muertos.

La economía difícilmente se recuperará rápidamente. Habrá que ver quiénes, y qué negocios, sobrevivieron. Lo más razonable será que sobrevivan negocios que tenían suficientes ahorros para aguantar la cuarentena. Pero miles, o millones, de mini y pequeñas empresas habrán sucumbido al cierre económico. Como consecuencia veremos la aceleración en la desigualdad social y la brecha entre poseedores y desposeídos crecerá. Las clases medias de muchos países podrán desaparecer. En México, franjas de clases media pasarán a las filas del desempleo y la pobreza.

Se alejarán las aspiraciones igualitarias en gran parte del planeta. Los sistemas de salud probablemente saldrán de la pandemia en una situación de quebranto, además de exhaustos. Los tesoros nacionales no encontrarán caminos fáciles para la recuperación económica, habiendo desaparecido una parte importante de sus recursos fiscales. Ahora el cobro de impuestos se tornará una fuente de grave conflicto social.

En México nos encontraremos en una situación nada envidiable. Ante la escasez de recursos y con pobreza creciente, tanto grandes capitales como el narcotráfico encontrarán una situación inmejorable para lograr grandes beneficios económicos. Los grandes capitales encontrarán el terreno fértil para alcanzar sus pretensiones monopólicas y el crimen organizado el camino libre para el lavado de sus ganancias ilícitas. Será la recesión y crisis económica perfecta…para ellos. 

La violencia creciente entre cárteles del narcotráfico se explica por esta situación. A sabiendas que viene una “carrera al cielo”, están tratando de controlar porciones cada vez mayores del territorio nacional para posicionarse para el “after” y eliminar la competencia. La pasividad, o pasmo (como quieran), del gobierno ante el crimen organizado simplemente juega a favor del posicionamiento de los fondos del mundo criminal.

Ante el espectro de este mundo post apocalíptico sombrío, ¿qué nos quedará como remedio?  Necesitaremos hacer acopio de madurez, flexibilidad y tolerancia para alcanzar un primer objetivo: curar las heridas de las sociedades divididas y desterrar todo aquello que genere polarización y confrontación, por razones ideológicas, políticas o religiosas. En segundo lugar, fortalecer las instituciones democráticas con marcado espíritu plural y dialogante, tanto de los poderes Ejecutivo y Legislativo, y confiar en el Judicial. Sustituir a los gobernantes que promueven el fanatismo y la polarización por líderes sabios que sepan el valor del diálogo y aceptan el juicio de una sociedad ordenada, democrática e institucional.

Ante las amenazas de los Jinetes de la Apocalipsis, solamente nos salvará la democracia, la tolerancia, el trabajo conjunto y la sabiduría.  

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