Violencia médica contra embarazadas: otra forma de maltrato a las mujeres

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“Nunca más quiero volver a tener hijos”, dijo Lilia al recordar su único parto. Fue hace 12 años, pero todavía se acuerda como tuvo que pasar más de un día bañada en su propia sangre y sin noticias de su bebé. “Entré en shock, como pude me subí al piso donde había un teléfono público y llamé a mis papás, no quería estar ni un minuto más ahí, luego me sacaron, pero escoltada con policías”.

La romántica idea de la madre resplandeciente cargando a su bebé estaba muy lejos de lo que Lilia –nombre falso para proteger su identidad– vivió. “Esta vaca todavía se ve bien”, dijo el ginecólogo del Instituto Nacional de Perinatología, mientras la revisaba vaginalmente. Saliendo de esa consulta, la fuente se rompió y espero en los pasillos más de 20 horas para ser atendida. Durante ese tiempo, solo escuchaba los quejidos de sus compañeras de batalla y las burlas de doctores y enfermeras.

Desde el primer minuto supo que estaba viviendo violencia obstétrica, pero ya no pudo hacer nada. A la entrada le quitaron todas sus pertenencias, incluido el celular, y quedó incomunicada. Pasaron dos días sin que pudiera hablar con su familia.

Al fin ingresaría al quirófano, “si te mueves te vas a quedar paralítica”, le decía burlona una de las enfermeras mientras le ponía la epidural, una anestesia que se inyecta en la columna vertebral. No se la habían acabado de aplicar cuando de emergencia llegó una adolescente. A Lilia la dejaron sola en una sala contigua y escuchó morir a la chica. Después, con mucho miedo, pasó ella, no sin antes recibir una segunda dosis de anestesia. El suyo sería un parto natural que acabó en cesárea.

¿Qué es la violencia obstétrica?

La violencia obstétrica es una forma de violación a los derechos humanos y reproductivos de las mujeres al momento de recibir atención médica para el embarazo, según un informe del Grupo de información de Reproducción Elegida (GIRE). Ocurre de dos maneras: física y psicológica. 

La física es cuando a las mujeres se les realizan prácticas invasivas o les dan medicamentos sin justificación, también cuando no se respetan los tiempos ni posibilidades de un parto natural. La psicológica considera trato deshumanizado y humillaciones al momento de pedir ayuda en el transcurso de una práctica obstétrica; además, falta de información referente a la evolución de su parto.

Una de cada cuatro mujeres que tuvieron parto o cesárea entre 2011 y 2016 fueron maltratadas, indicó el reporte Hombres y Mujeres en México 2018.

Fuente. INEGI: Mujeres y Hombres en México 2018

Las que más fueron violentadas en ese periodo de tiempo fueron las madres solteras de entre 15 y 24 años, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, 2016 del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI). Estas fueron las formas de maltrato más recurrentes en instituciones de salud.

Cesárea, lo más rápido, pero no lo mejor 

Según la Organización Mundial de la Salud, una tasa sana de cesáreas en un país es de entre 10% y 15%. Superar esta tasa es evidencia de violencia, ya que para agilizar los trabajos de parto se las convence de que será menos dolorosa y molesta una cesárea. Una mujer, cuando bien le va, puede tener un parto en un promedio de 10 horas, en tanto que una cesárea, a lo mucho, dura unas tres horas. 

En 2017, con base en el Subsistema de Información sobre Nacimientos (SINAC) de la Secretaría de Salud, 42.4% de los nacimientos fueron por cesárea. Cifra muy por encima de la tasa recomendada por la OMS. Sin indicaciones precisas; la cesárea tiene más riesgos que beneficios que podrían terminar en complicaciones y costos adicionales.

Además, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012 del INEGI, estamos en el cuarto lugar en el mundo en practicar cesáreas sin indicación médica, después de China, Brasil y Estados Unidos. Los hospitales privados realizan este tipo de procedimientos con mayor recurrencia que los públicos. 

La razón es clara: es más cara una cesárea que un parto vía vaginal. Además, programar una permite a los médicos tener un mayor control del proceso, no es casualidad que haya menos nacimientos en fin de semana que entre semana. Pero los hospitales públicos no se quedan atrás.

 Fuente. Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, 2012, del INEGI

¿Por qué sigue ocurriendo?

Es por falta de espacio, reconoció a Cuestione Marcela, quien trabajó como ginecóloga en el área de partos por cinco años en el Hospital General de México: “Son muchas mujeres por atender, a veces no pueden esperar a que todas terminen sus trabajos de parto y optan por las cesáreas, pero es por falta de camas, de lugar”. 

Muchas mujeres desconocen que existen protocolos de atención para evitar violencia obstétrica, por lo que tampoco exigen respeto a sus derechos, la idea de que la maternidad tiene que ir acompañada de dolor las hace quedarse calladas.

“Una madre aguanta lo que sea por sus hijos”, es sólo una de las frases con las que se normaliza que las mamás soporten violencia y dolor desde tiempos ancestrales; la mayoría relaciona maternidad con sacrificio. 

Pero es anormal que una de cada cuatro nuevas madres pasen uno los días más importantes de sus vidas en medio de abusos y violencias. Hay normas de atención al embarazo que datan de 1993, así como recomendaciones de atención a mujeres que van a tener bebés y que el personal de salud debería seguir. La realidad es que el sistema de salud tiene muchas personas por atender y poco personal para hacerlo.

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