Adán Augusto López: de secretario de Gobernación a bully de Presidencia

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Adán Augusto López, secretario de Gobernación y también uno de los candidatos de Morena en la adelantadísima carrera presidencial de 2024, ha multiplicado su actividad durante las últimas semanas para empujar la agenda del gobierno federal. 

El gobernador de Tabasco con licencia indefinida ha entrado de lleno en la operación parlamentaria para blindar las tareas policiales del Ejército, haciendo valer su papel de negociador y de máxima confianza del presidente.

Por ejemplo, en la víspera de la primera votación para prolongar la presencia de los militares en las calles hasta el año 2028, al secretario de Gobernación se le vio -en el mismo día- primero en la Cámara de Diputados y después en el Senado. 

Al preguntarle sobre su paso por el Congreso, respondió a los medios: “yo solo vine a visitar a mi hijo, que está haciendo su servicio social”. Sin embargo, al día siguiente de su visita, curiosamente la iniciativa rebasó con éxito la primera prueba en la Cámara baja.

“Un paisano, amigo y compañero entrañable”, así definió AMLO a quien por más de dos décadas ha seguido los pasos del actual mandatario cuando lo presentó en el cargo que dejó Olga Sánchez Cordero hace más de un año.

En ese momento el nombramiento se entendía como un fortalecimiento de la cartera de Gobernación o, más bien, como la recuperación de una secretaría que se había mantenido sin rumbo. 

Pero el encargo duró poco, porque vemos como Adán Augusto ha dejado completamente de lado las riendas de la política interior, para concentrarse en mantener apretadas las filas de los gobernadores, intensificar la negociación con la oposición, los sindicatos o el Poder Judicial.

Y es que hasta antes de que fuera secretario de Gobernación no se le identificaba a nivel nacional, pero su actual puesto no solo lo ha posicionado como la mano derecha de López Obrador, también se ha perfilado desde hace varios meses como una posibilidad seria para encabezar una candidatura de su partido.

De pronto pasó de ser el negociador político del presidente, para ser parte de la pelea interna por la sucesión presidencial. 

Incluso hay quienes critican que el titular de la Segob usa la pasarela de su cargo para hacer una campaña discreta en la construcción de su candidatura.

Esto se explica con la gira que inició la semana pasada por distintos estados para, según dijo, convencer a los Congresos locales de que adoptaran la modificación legislativa que extiende hasta 2028 la participación de las Fuerzas Armadas en labores de seguridad pública.

Si bien es cierto que se requiere que al menos 17 de los 32 estados avalen la decisión del legislativo federal, también lo es que Morena tiene mayoría en una veintena de Congresos locales, así que la gira de convencimiento de Adán Augusto parece poco necesaria.

De hecho, es algo que sus antecesores en el cargo no han hecho en situaciones similares para buscar la aprobación de reformas constitucionales.

Parece que la misión de Adán Augusto tiene otro propósito: abonar a sus propias aspiraciones políticas, pero esto ha ocasionado que los principales atributos con los que el secretario de Gobernación entró a la escena nacional se devaluaran muy pronto. 

Atrás quedó el mensaje conciliador dirigido a la oposición y otro convocando a la unidad entre dirigentes de Morena y los posibles futuros candidatos presidenciales. El rol que asumió como árbitro del gobierno con la cúpula empresarial también se esfumó.

Las virtudes políticas del secretario merecieron reconocimiento desde todos estos frentes, solo que la luna de miel se acabó pronto y los esfuerzos por presentar una cara más amable y cercana no terminaron de funcionar.

¿Qué ha pasado con el hombre que ganó fama como conciliador, negociador y prudente? Que ahora se conoce como un factor de polarización y confrontación así como de tener una “doble vida” como funcionario y presidenciable.

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