¿Y después de Andrés Manuel qué?

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Las elecciones del Estado de México y Coahuila dejaron una lección para los partidos políticos en México: no hay manera de vencer si no se va en coalición. 

Como en cualquier juego, se necesita un líder que mantenga la unión y la coordinación. Para Morena el capitán es López Obrador. No nos sorprende que, más pronto que tarde, el presidente haya tomado el control de la carrera para garantizar la continuidad de su llamada Cuarta Transformación en el siguiente sexenio.

López Obrador escogió y colocó las piezas sobre el tablero, les dio instrucciones claras a la y los morenistas que aspiran a la candidatura de su movimiento. Esto pasó la noche del pasado 5 de junio cuando se reunió con gobernadores morenistas en una cena que tuvo lugar en el restaurante El Mayor en la Ciudad de México.

A este evento también asistieron sus corcholatas: la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum; el secretario de Gobernación, Adán Augusto López; el senador Ricardo Monreal y el canciller Marcelo Ebrard.

Adelantándose a la convocatoria del Consejo Nacional de Morena que fue el domingo 11 de junio de 2023, López Obrador pidió que la y los aspirantes de Morena a la presidencia –renuncien a su cargo si quieren participar en la encuesta del partido– con la que se elegirá quién será la o el candidato.

El primero en anunciar su renuncia –quizá buscando ganar la simpatía del presidente– fue Marcelo Ebrard, quien dejará de ser secretario de Relaciones Exteriores a partir del 12 de junio, en congruencia con lo que él ha empujado desde diciembre de 2022: salir de los cargos para que las cuatro corcholatas tuvieran “piso parejo” en la contienda interna de Morena.

Ebrard ya había dado pasos rumbo al 2024 con la renuncia de Martha Delgado a la subsecretaría para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, quien se sumó al proyecto presidencial del canciller.

Al ex canciller le siguió Ricardo Monreal, quien afirmó que renunciará a sus cargos como presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado y coordinador de la bancada de Morena. También pedirá licencia como senador, pero al igual que Claudia Sheinbaum, dijo la semana pasada que esperará la aprobación de la convocatoria y anunciará esta semana su decisión.

Por su parte, Adán Augusto López respondió en redes sociales que “los tiempos de Dios son perfectos” y que un “paisano” le había enseñado que en política se debe construir el equilibrio entre la razón y la pasión, –haciendo un claro guiño a su amigo Andrés Manuel.

Como pilón y –con la bendición del presidente– se le abrieron las puertas al ex gobernador de Chiapas y senador por el Partido Verde, Manuel Velasco Coello. Por el contrario, López Obrador no le hizo mucha fiesta al diputado del Partido del Trabajo, Gerardo Fernández Noroña, quien ni siquiera fue invitado a la cena.

En realidad no existe justificación para que la y los aspirantes a la candidatura de Morena dejen su trabajo, faltando casi un año para los comicios. Más bien están obedeciendo a López Obrador y dejando que sea él quien mueva los hilos de las elecciones presidenciales, como si hubiéramos regresado décadas atrás a los gobiernos absolutistas de López Portillo o Luis Echeverría, o tantos otros del PRI.

Entonces ¿qué pasará después de López Obrador? ¿Seguirá siendo el director de la orquesta llamada México?


El próximo presidente recibirá un país convulso, dividido, con una oposición ausente y fragmentada. Es buen momento para cuestionarnos si el gran proyecto que nos vendió la 4T no es más que una fachada para disimular el oportunismo político del que no logramos deshacernos, sin importar de qué color sea el grupo que llegue al poder.

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