La decadencia política

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Un show. Eso fue lo que vimos la semana pasada cuando, en la sesión solemne en que le entregarían la medalla Belisario Domínguez a Elena Poniatowska, quienes nos deberían representar optaron por gritarse, insultarse y opacar el evento que debía ser un reconocimiento a una destacada escritora de nuestro país.

Y el asunto más grave no es la anécdota, sino el hecho de que esto ha pasado por muchos años y parece estar pasando cada vez más. En el auge del populismo y la polarización social, las trifulcas en el Congreso se han vuelto tristemente cotidianas. Esta es una crisis que no deberíamos ignorar.

Es responsabilidad de la ciudadanía que la clase política deje de exprimir el erario público y que deje de prometer mucho y cumplir poco. A lo largo de nuestra historia, eso ha tenido consecuencias que nos afectan ahora y lo harán en el futuro. 

¿Tenemos la clase política que merecemos? Tal vez sí. Es hora de aceptarlo porque de otra manera no podremos cambiarlo. Es urgente que recuperemos la política. Porque la mayoría de los políticos la han degradado y convertido en un club privado para repartirse poder y dinero. 

Es momento de cambiar este escenario, ese donde la clase política ha ganado muchos beneficios a lo largo de los años a costa de “hacer política”. Han convertido la política en franquicias que pagamos nosotros y por la que trabajan unos cuantos.

Siguen existiendo muchos casos de gobernantes, funcionarios, servidores públicos o aspirantes a cargos de elección popular que actualmente no quieren dialogar y pactar con otro partido ni con sus aliados en vías del bien común, sino del propio.

Entonces tenemos a políticos que están muy lejos del terreno del debate político, cuya esencia tendría que ser la negociación, el diálogo y la búsqueda de acuerdos que beneficien a toda la ciudadanía o a un país entero. 

Ellas y ellos han hecho que los partidos políticos persigan únicamente intereses partidistas, de grupo o individuales, en lugar de preocuparse por la población. 

Pero este caso no es exclusivo de nuestro país, lamentablemente esto se repite en el resto del mundo. Incluso, en estos momentos hay varios personajes prometiendo de todo para tratar de ganar el voto de la ciudadanía. Otra vez, una nueva clase política que no solo no cumple, sino que deliberadamente promete cosas que no está dispuesta a cumplir. Lo hemos visto en Estados Unidos, Brasil, Ecuador y muchos países más.

Pero si bien no somos la única nación con este problema, vale la pena preguntarnos, ¿por qué se ha degradado tanto la clase política? Por la falta de transparencia en las decisiones políticas, sumado a la insuficiente rendición de cuentas de sus representantes. Pero quizá también por una ciudadanía que no está exigiendo suficiente. 

La clase política sigue sin entender que su posición es de forma transitoria, con una vocación de servicio al bien común. O al menos, así debería ser. En cambio, la gente que hace política sigue funcionando exactamente igual que en el pasado.

Es urgente reconstruir la política como una actividad en la que una sociedad libre genere una nueva relación con quienes nos gobiernan, así como aprender a exigir que cumplan y que sus promesas no se queden en el olvido. Una clase política que se sepa vigilada y que tendrá que rendir cuentas.

Por ello es necesario promover el debate, los acuerdos, la ética, las formas y el consenso en favor de una convivencia colectiva en progreso. De lo contrario no podemos hablar de nuevos tiempos y transformaciones. 

Es evidente que la política no está a la altura de su responsabilidad y el precio lo paga la sociedad.  ¿Hasta cuándo la clase política se tomará en serio lo que le corresponde? 

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