Cuando la democracia la roban los políticos

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Hoy los ojos del mundo están puestos en Estados Unidos por sus elecciones presidenciales, que han resultado ser unas de las más complejas de su historia.

A casi una semana de que se llevarán a cabo las votaciones, aún no hay total claridad en el resultado. Si bien el candidato demócrata Joe Biden tiene una ligera ventaja frente al republicano Donald Trump, aún se avecina un complejo proceso judicial. Además, el actual presidente, desde antes de la elección, puso en duda el resultado, denunciado que se preparaba un fraude electoral en su contra. Esto, ante los pronósticos de su derrota.

Incluso, dada la polarización que se vive, es posible que el nuevo habitante de la Casa Blanca termine siendo definido por la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, como ya sucedió entre George Bush y Al Gore.

Que la contienda se defina en tribunales sería ideal para Donald Trump, pero es una pésima noticia para la democracia y sus instituciones. El actual presidente de EU estaría replicando una conducta antidemocrática propia de personajes como Evo Morales, Jair Bolsonaro, Vladimir Putin y muchos otros políticos para quienes la democracia solo funciona cuando ganan, pero cuando pierden, siempre encuentran un culpable que, generalmente, es el árbitro electoral.

Eso ha hecho Donald Trump desde antes de la elección y lo repitió la semana pasada, cuando culpó a los funcionarios electorales y a los demócratas de producir un fraude para sacarlo de la Casa Blanca. Y eso pasa cuando las autoridades, de cualquier país, cometen errores que debilitan a las instituciones democráticas, como ha ocurrido en México: dan el pretexto perfecto a los políticos para usarlos a su antojo.

Estos personajes suelen despreciar la separación de poderes, se brincan las normas del juego democrático, rechazan los puntos de vista de sus opositores, no respetan el Estado de derecho y prefieren tomar decisiones de manera arbitraria.     

A pesar de que no hay un sistema electoral perfecto, no es una buena señal que la sociedad no decida el rumbo de una elección y que, al final, esa decisión quede en manos de un “árbitro”. La democracia tiene que ser representativa de la voluntad popular, pero hoy en día termina convirtiéndose en una decisión judicial. 

Y gran parte del problema es que desde hace mucho tiempo los políticos nos robaron la política a la ciudadanía. La han convertido en una herramienta de poder, privando a la gente de las herramientas para sentirse representadas.

A la desconfianza en los árbitros y los actores políticos, le debemos sumar el desordenado ruido que se hace en las redes sociales. 

Esas benditas redes sociales que fueron grandes impulsoras de cambios democráticos como en el caso de Egipto, Libia, Turquía o Túnez, se han convertido con el tiempo en cajas de resonancia de noticias falsas, discriminación, mentiras y hasta delirantes teorías de la conspiración, como las que el propio Donald Trump difunde sin pudor desde sus cuentas personales. 

Hemos sido testigos de la desconfianza y el escepticismo que las plataformas digitales generan entre la audiencia, luego de que han sido incapaces de controlar el flujo de la desinformación.

Es curioso, por eso, la relevancia que cobran en el presente los medios de comunicación rigurosos que, con sus reglas claras y ética, pueden y deben cuidar la información para evitar que se difundan noticias falsas o incluso peligrosas. 

Se vuelve esencial, eso sí, que los medios tomen posturas claras respecto a su línea editorial y hasta preferencias políticas, porque eso garantiza el acceso a información confiable para toda la ciudadanía, y más en contextos complejos como el que se vive hoy en Estados Unidos.

En Cuestione creemos que es importante cuidar y fortalecer la democracia, como también es importante fomentar la transparencia en los medios de comunicación y redes digitales. Con esto, se estaría cambiando la relación de la población con sus gobernantes, lejos de la polarización y la confrontación.

Por eso, esta semana estaremos revisando los riesgos que enfrenta un país cuando se desconocen a las instituciones si el resultado no favorece a los candidatos, estudiaremos la importancia de los procesos electorales, conoceremos qué tanto influye las redes sociales y los medios de comunicación en la decisión de los votantes y las consecuencias de que una disputa electoral sea decidida por un grupo de jueces o un árbitro sin autoridad moral, como el INE en México. 

La democracia, al final, es como una bicicleta: si no la pedaleamos juntos, se cae.

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