Mexicana, fracaso a la vista: el gobierno jugando ahora a tener su aerolínea

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La nueva ocurrencia de la 4T nos va a costar 800 millones de pesos, más lo que se acumule en los próximos años.

Y es que, en ese afán de los gobiernos mexicanos por jugarle al empresario, ahora han decidido que van a echar a andar la aerolínea comercial del Ejército, con la marca Mexicana de Aviación.

Veamos, la aerolínea la fundaron dos empresarios estadounidenses, L. A. Winship y Harry J. Lawson, en 1921. Fue la primera en ofrecer vuelos a Los Ángeles, Estados Unidos. En algún momento perteneció a la desaparecida Panam.

En 1982 el gobierno compró la mayoría de las acciones de la empresa y luego las vendió en la década de los 90. Primero Cintra tomó el control de la empresa y después el Grupo Posadas. En 2010 cerró operaciones luego de haberse declarado en huelga. Hoy es un cascarón que el gobierno ha decidido comprar en 800 millones de pesos, decíamos.

Pero eso es solo el principio: hay que comprar aviones, instalaciones para venta de boletos, contratar y capacitar personal tanto de vuelo como de tierra; pagar por los espacios en los aeropuertos…

Es decir, el gobierno va a gastar miles de millones de pesos en un proyecto que difícilmente devolverá la inversión.

Pongamos un ejemplo: Viva Aerobus, la aerolínea de bajo costo vio como se desplomaban sus ganancias en el tercer trimestre de 2022 un 83%. De acuerdo con el portal Investing.com, “la utilidad neta de la aerolínea de bajo costo descendió 83.2% a 149 millones de pesos en comparación anual, mientras que el flujo operativo (EBITDA) resultó en $1,871 millones de pesos, 29.6% menos que en 2021, de acuerdo con su reporte de resultados”.

Entonces: ¿por qué una nueva aerolínea del gobierno? ¿Qué tiene que estar haciendo el Estado mexicano administrando empresas? ¿Por qué insisten en ese tipo de ideas?

Los gobiernos mexicanos, de todos los partidos, han perdido de vista desde hace ya mucho tiempo que su labor es garantizar la seguridad de las y los mexicanos. Si quieren ampliar sus funciones, podrían dedicarse a proveer salud digna y de calidad a quienes menos tienen.

Pero no solo no logran ni una cosa ni la otra, sino que ahora se han dado a la tarea de emprender acciones que difícilmente van a servir para mejorar la calidad de vida de la población.

El Tren Maya, la Refinería Olmeca, el Aeropuerto Felipe Ángeles… todos proyectos que, dicen, buscan crear empleos, ampliar polos de desarrollo, garantizar una supuesta y bastante ficticia soberanía energética, pero que desde su planeación y ejecución han estado además plagados de irregularidades, corrupción y obras sin concluir.

Y no hablemos del Tren México-Toluca, elefante blanco heredado de la administración de Peña Nieto que este gobierno se ha empeñado en terminar sin éxito. ¿O cómo olvidar la barda que fue lo único que el gobierno de Felipe Calderón pudo construir de la nueva refinería que iba a hacer en Tula, Hidalgo?

Estos son ejemplos de las malas ideas de éste y otros gobiernos. Pero no debemos olvidar que hubo una época en que el Estado tenía desde empresas de telefonía que tardaban meses en instalar una línea, hasta fábricas de bicicletas, bancos, y ya tuvo aerolíneas. Todas estas empresas, siempre, han fracasado rotundamente.

¿Qué nos hace pensar que Mexicana esta vez despegará? ¿Que la va a manejar el Ejército? ¿Qué no se supone que esa honorable institución debería estarse dedicando a proteger de amenazas extranjeras a la Nación?

¿A nadie se le ha ocurrido que poner a los generales a hacer las labores que deberían estar haciendo los civiles puede convertirse en un búmeran en el futuro?

Porque si los militares hacen de policías, administradores de trenes, aeropuertos, aerolíneas y demás ocurrencias presidenciales, ¿para qué se necesita a los políticos? ¿Qué papel juega la clase empresarial en un país donde los gobernantes hacen de todo menos lo que de verdad tienen que hacer?

Tenemos que preguntarnos y cuestionar a tiempo: ¿qué hace el gobierno jugando a ser empresario? Si no protestamos en este momento, después puede ser demasiado tarde.

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