La polémica y el caos de los nuevos libros de la SEP

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Los nuevos libros de texto de la Secretaría de Educación Pública (SEP) han ocasionado todo un debate en el país.

Estos libros, utilizados en el sistema educativo público, han sido señalados por su falta de actualización, contenido sesgado y enfoque político. Lo anterior ha llevado -otra vez- a cuestionamientos sobre la calidad de la educación que se imparte con libros mal hechos.

La polémica también surge tras darse a conocer una serie de errores que contienen los materiales educativos que están destinados a la educación básica.

Uno de los ejemplos que más se ha comentado en redes sociales y medios de comunicación es un gráfico del sistema solar en el libro “Nuestros saberes” que se usa en quinto grado. De manera particular se ha criticado esta lección porque los errores de información, gramaticales y visuales son evidentes. También llama la atención la drástica disminución de páginas en los libros de matemáticas, que pasaron de 258 a 11 páginas.

Los textos gratuitos de la SEP se reparten cada año a todos los estudiantes de primaria y secundaria desde 1960, pasando por diversas modificaciones tanto en el diseño como en el contenido. Sin embargo, en esta ocasión no tuvieron la aprobación de algunos padres de familia, la comunidad educativa y otras organizaciones.

Esto provocó que las madres y padres promovieran amparos contra su distribución y hasta una jueza federal ordenó a la SEP suspender el reparto de los libros de texto. Pero a pesar de las inconformidades, la SEP ha anunciado que se llevará a cabo la distribución de los nuevos libros el 28 de agosto con todo y errores.

Parte de la discusión se centra en que muchos consideran preocupante que los nuevos libros de textos promuevan la ideología comunista o temas políticos sesgados, a lo que López Obrador llamó como una queja del conservadurismo. 

La realidad es que los nuevos libros presentan una excesiva reducción de temas relacionados con matemáticas, errores en los conceptos, desorden de los materiales y la exclusión de la literatura universal; simplemente están mal hechos. 

Especialistas educativos advierten que estos vacíos representan un enorme retroceso en materia pedagógica porque sostienen que hay habilidades que si no se aprenden bien desde los primeros años de la infancia, es más difícil aprenderlas en la edad adulta. 

No es la primera vez que el sistema educativo mexicano está en medio de la polémica, pues a lo largo de los años se han señalado las deficiencias de los libros de texto de la SEP. 

Tampoco es nuevo que se plantee la necesidad de una revisión profunda y una mayor inversión en la mejora de los materiales educativos para garantizar una educación de calidad y acorde a las necesidades contemporáneas de las y los estudiantes.

Lamentablemente esta discusión es tan solo un capítulo más de una larga lista de errores y profunda indiferencia por parte del Estado para la educación mexicana. Desde hace mucho hemos añorado un modelo educativo que se preocupe por el desarrollo de la niñez, pero la realidad es que sigue igual de deficiente y mediocre.

Vemos cómo a nuestros gobiernos les interesan poco o casi nada las niñas y los niños mexicanos. ¿Será por qué la infancia no vota o porque prefieren una ciudadanía ignorante?

Lo malo no es el cambio en los textos, sino la falta de rigor que abunda en ellos, lo malo no está en enseñar que existe la pobreza o el comunismo, sino en lo anacrónico de las ideas.

Nuestro deber como sociedad es exigir a las autoridades que dejen de gastar nuestro dinero en obras que salen carísimas, en lugar de invertirlo en textos educativos de primer mundo, en instalaciones escolares dignas, en la profesionalización de la docencia, en escuelas de tiempo completo así como en la infraestructura de áreas deportivas y culturales.

Solo de esa manera podemos aspirar a un sistema educativo moderno y que esté a la altura de las necesidades de las nuevas generaciones. De lo contrario estaremos condenando a que millones sean desempleados en un futuro.

Si hoy construimos una infancia que tenga una educación de calidad, estaremos forjando a adultos comprometidos con el progreso, la innovación y el desarrollo en libertad. Porque además, una vez que niñas y niños llegan a la universidad se enfrentan a una oferta de carreras que ya no son necesarias o actuales.

Si logramos asegurar una educación relevante y actualizada, estaremos abriendo las puertas a un futuro próspero donde los individuos podrán elegir libremente sus trayectorias profesionales y contribuir al desarrollo de una sociedad más dinámica y competitiva.

A estas alturas no podemos perder de vista dos cosas. Primero, lo que falta es una política educativa de Estado, no de administración. Y segundo, que el conocimiento es un instrumento de progreso para toda una nación.

Y en las dos cosas, México está fallando.

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