La guerra en Ucrania no es blanco y negro, sino tonalidades de grises

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La guerra tiene un efecto curioso en las personas: por un lado, nos llena de incertidumbre sobre qué pasará, cómo nos afectará y el impacto que tendrá en nuestras vidas, sin importar cuán lejos esté el conflicto. Pero al mismo tiempo, nos llena de certezas: decidimos quiénes son los buenos y quiénes los malos, quién tiene razón y quién está equivocado.

Y tiene sentido porque no hay nada más polarizante que un conflicto armado. Es una situación tan extrema que hay que tomar posición y asumir un bando. Sin embargo, si bien hay que condenar siempre el uso de la fuerza como método para solucionar un conflicto, también es importante poder dar un paso atrás y tratar de entender cómo llegamos a donde estamos.

El mundo está mirando con asombro y desconcierto la guerra en Ucrania, que comenzó hace apenas unos pocos días y ha avanzado con enorme rapidez. Cada minuto pasa algo nuevo, algo cambia. Tras meses de tensión política, de un día para otro pasamos de los “esfuerzos diplomáticos” a una guerra abierta.

Europa y Estados Unidos, con todos sus aliados, fueron incapaces de detener la incursión militar, y ahora están imponiendo sanciones económicas al gobierno de Vladimir Putin, así como a funcionarios y congresistas de ese país. Sin embargo, Rusia se viene preparando para esto desde hace mucho tiempo, tomando medidas como incrementar sus reservas de oro y disminuir su dependencia de Occidente. Además, las sanciones más duras que podrían imponer, como sacar a Rusia del sistema de transferencias bancarias internacional, aún siguen pendientes. La razón es sencilla: es un mal negocio para todos.

La condena a las acciones rusas ha sido amplia y generalizada en nuestro hemisferio, volviendo a las definiciones más básicas de quién tiene razón y quién está equivocado. Bajo esa lógica, y en la nube de noticias de último minuto, hemos perdido nuestra capacidad de entender a profundidad lo que nos llevó a este momento.

Pero la realidad siempre es más compleja de lo que parece. Si analizamos la larga historia entre Rusia y Ucrania, entenderíamos mejor lo que está pasando. En primer lugar, estamos hablando de dos pueblos hermanos, con profundos vínculos culturales, étnicos y lingüísticos, así como históricos. 

Eso es importante para entender por qué hay ucranianos pro rusos y parte del trasfondo de la guerra civil, así como la falta de resistencia a la anexión de Crimea, en 2014, por parte de Rusia. 

Pero un factor determinante en este conflicto ha sido la forma en que Occidente se ha comportado, contribuyendo de forma significativa a provocar al gobierno ruso. La frontera que une a Ucrania con su vecino es de vital importancia estratégica para Rusia, y por eso siempre ha manifestado su profunda oposición a que ingrese a la Unión Europea y sobre todo a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN. Sin embargo, Estados Unidos y Europa han empujado una y otra vez para sacar a Ucrania de la influencia rusa y arrastrarla hacia la suya.

¿Por qué le molesta tanto a Putin? Imaginemos que China le propone a México un acuerdo de colaboración militar, que incluya bases de su ejército, cerca de la frontera con Estados Unidos. Sería absolutamente inaceptable para nuestros vecinos. Y si suena remoto, pues ya sucedió antes: cuando la Unión Soviética trató de colocar misiles nucleares en Cuba, en el año 1963, el mundo estuvo a minutos de una guerra apocalíptica. Las potencias simplemente no aceptan estas amenazas. Y lo sabían en Estados Unidos: desde 2013, cuando Ucrania trató de integrarse a la Unión Europea, Rusia presionó para cancelar el acuerdo. Al final lo logró, pero llevó a una revuelta en ese país que terminó con la destitución del presidente y la elección de un gobernante pro europeo.

Esto no es de ninguna manera una defensa de lo que está haciendo Putin. Ese gobernante ha mostrado claramente su actitud autoritaria, conservadora y populista, que lo hace un gobernante fuerte pero intolerante. Sin embargo, no hay que dejar de tomar en cuenta que los intentos occidentales han atizado el fuego que hoy es una guerra.

Es muy difícil prever cómo evolucionará este conflicto. Se oyen voces del gobierno de Rusia que dicen que garantizar la neutralidad de Ucrania, así como su desarme, podría concluir el conflicto. Por otro lado el tono sube día con día en Occidente, con el presidente Joe Biden mostrándose arrinconado y con pocas opciones. 

Mientras, el mundo ve cómo sube el precio del petróleo y otros bienes básicos, lo que impacta a todas las personas sin importar en dónde estén. Hay que recordar, además, que en todas las guerras hay un discurso patriótico o reivindicador de la autonomía, pero en el fondo siempre hay una razón económica. Este caso no es distinto: Ucrania posee grandes reservas de uranio y otros minerales muy valiosos hoy. Por su territorio pasan importantes gasoductos que alimentan a Europa. Es fácil suponer que esos recursos son codiciados tanto por Occidente como por Rusia.

Pero así como hablamos de historia, de geopolítica y de economía, las verdaderas víctimas de todas las guerras son los civiles. Mujeres y hombres, niños y niñas, que ven cómo su mundo se desmorona, pierden seres queridos y todos sus bienes. Todo, en una exhibición de fuerza de las grandes potencias.

Para entender este problema, conocer su profundidad, sus razones y la forma en que cambiará al mundo y nos impactará como sociedad en México, esta semana en Cuestione analizaremos las distintas perspectivas, visiones y motivaciones que nos tienen dónde estamos.Porque aunque un país gane, la realidad es que en la guerra todos pierden. Necesitamos entender por qué.

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