Venezuela: un mes seco y a oscuras

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En marzo, cuatro apagones en ese país

Por: Humberto Márquez/Corresponsal Caracas

Un balde o bidón de agua para lavarse, limpiar el baño, guardar la de una olla para cocinar o lavar los platos: una semana sin el líquido completaron el último día de marzo la mayoría de las personas que habitan de Caracas y otras ciudades de Venezuela. En pueblitos del interior la gente dice: tenemos 20 días, 30 días, dos meses sin agua por las tuberías.

Fue un mes oscuro: cuatro apagones en cuatro semanas. El primero duró dos días en casi toda Caracas, en otras zonas cuatro o seis, en el interior entre cinco y ocho, según lo lejos que estuvieran de la central hidroeléctrica Guri, en el sureste fronterizo con Brasil.  

Foto: Humberto Márquez

“Sin luz en la casa y sin plata para comprar velas”, nos dijo María Alejandra Díaz, una empleada doméstica de 41 años. Una vela que medio alumbre tres horas puede costar dos dólares, la paga de día y medio para María Alejandra. Así que buscó un galón de gasóleo y unos trozos de mecha para improvisar unas lámparas.

Su vecina Eugenia Carvajal se alumbró en las noches con lamparitas de algodón y aceite.  “Cuando vi prender las lámparas me pareció que nos regresábamos pá otro siglo”, comentó Wilmar (17), el mayor de sus hijos.

Caracas está a casi mil metros sobre el nivel del mar y los lejanos embalses que le suministran agua se encuentran mucho más abajo. Se necesitan bombas muy potentes para subir el líquido, consumen mucha electricidad. Y no hay. Así que sin luz, no hay agua. Acabó marzo, llega abril y las bombas no se han encendido.

En los edificios residenciales se raciona el agua. El tanque común está en el sótano y, como no hay electricidad, no funciona el ascensor y se ve a vecinos subir por las escaleras 18 o más pisos llevando uno o dos bidones. La gente rezonga, más bien escupe, frases contra el gobierno. El presidente Nicolás Maduro y su familia son los más mencionados.

Muchos acudieron a lo primitivo: ir a las faldas de los cerros que dominan la ciudad a recoger agua de desagües o manantiales, ya adelgazados por la sequía. “Por lo menos para lavar algo y asearnos para tratar de ir al trabajo”, nos dijo Néstor Prada, un albañil de 34 años que no vive en edificio sino en una casita en Macarao, una barriada pobre en el suroeste de la capital, con otras 10 personas.

Lo de “tratar de ir al trabajo” es porque falla el transporte. El Metro se paraliza, consume mucha electricidad. En la superficie, autobuses destartalados se llenan de gente… la que tiene dinero en efectivo para pagar el pasaje. En Venezuela escasea el dinero en efectivo desde hace dos años, y los bancos y las máquinas dispensadoras no trabajan porque no hay electricidad…

Entonces hay que ir a tratar de comprar alimentos, agua embotellada, hielo (una bolsa de seis kilos puede costar de tres a cinco dólares) pero… las tarjetas de débito y crédito no funcionan, no hay electricidad, ni conexión telefónica, el efectivo no alcanza.

Foto: Humberto Márquez

“Además, ¿qué comprar?  Los enlatados tienen precios por las nubes, las harinas están escasas, y las frutas, vegetales o carnes, también carísimas ¿dónde las guardo, si no hay luz en la nevera?”, nos dice Rosaura Olmos, maestra de preescolar y madre de dos chicuelos.

Los familiares que están lejos se angustian. Tres millones y medio de personas de Venezuela se han ido del país en los últimos cinco años, según cifras de Naciones Unidas. Y se cortaron las comunicaciones cuatro veces en menos de un mes, durante horas o días.

Regreso a la lucha política

“¡Cada vez que se vaya la luz o el agua hay que armar un peo (una protesta)!”, proclamó Juan Guaidó ante miles de simpatizantes a las afueras de Caracas. Guaidó es el presidente  interino de Venezuela, según la oposición y más de 50 gobiernos, entre ellos Estados Unidos y la mayoría de los de Europa y América Latina (México no).

Las protestas por falta de luz y agua cerraron la última noche de marzo. En ciudades de provincia y zonas populares de Caracas cercanas al céntrico palacio de gobierno. Civiles armados dispersaron algunas manifestaciones. El primer día de abril siguieron las protestas.

La estrategia de Guaidó y de la oposición consiste en buscar que la presión popular en las calles termine por hacer que la Fuerza Armada, principal soporte de Maduro, le retire ese apoyo y propicie que se forme un gobierno de transición que organice unas nuevas elecciones “libres y creíbles”, como piden gobiernos de Europa y América del Sur.

Las quejas se multiplican. Hasta hace un año quienes se opinían marchaban y protestaban sobre todo en zonas de clase media. Pero ahora el escenario de las protestas son calles de barriadas populares y pueblos de provincia que antes respaldaban al gobierno.

Foto: Humberto Márquez

Las quejas son por lo caros que están los alimentos y por su escasez, aunque el gobierno reparte mensualmente algunas cajas con carbohidratos (arroz, pasta, harina de maíz, azúcar), que vende a precios subsidiados. No llegan siempre a todos los hogares pobres. Fuera de las cajas, un  kilo de carne cuesta de tres a cinco dólares, uno de queso blanco de cuatro a siete, igual que el pescado más económico. El salario mínimo (18.000 bolívares) equivale a seis dólares mensuales.

El rosario de quejas es muy largo: también faltan gas para cocinar, gasolina, aceites y repuestos, neumáticos, jabones, champú, dentífricos, toallas sanitarias, pañales… y los servicios de salud colapsan en los 300 hospitales regados por Venezuela. En muchos no hay agua, plantas eléctricas para cuando se va la luz, ni guantes, ni antibióticos, ni gasa…

Jesús Alberto Jaramillo, ya lleno de canas, lo dijo ante los periodistas al manifestar en un sector de Caracas que irónicamente se llama El Paraíso: “Llevé a mi esposa al hospital, tenía la tensión alta. No pudieron atenderla. Esperamos una ambulancia para llevarla a otro sitio, desde las siete de la mañana hasta las dos de la tarde. Cuando llegó, ya ella había muerto. Maduro mató a la mujer que amaba, la madre de mi hija. Protesto sin miedo, no me importa que me maten a mí también”.

La apuesta de Guaidó es que las crisis que se amontonan hagan insostenible a Maduro. Es un guion que comparte el encargado del tema Venezuela en el gobierno de Estados Unidos, Eliott Abrams: “La solución pasa por el poder del pueblo venezolano, y de los militares venezolanos, y de chavistas (simpatizantes de Hugo Chávez, el predecesor de Maduro) que entiendan que Maduro ha destruido el movimiento del cual ellos creían formar parte”.

Guaidó anunció para este 6 de abril un “simulacro” de la “Operación Libertad”, con miles de personas que lo siguen saliendo a las calles en centenares de sitios de todo el país. El oficialismo prepara una contramanifestación. Sí; esto se prolonga.

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