Todo lo que hay detrás de los “otros datos” en las muertes por COVID-19

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Por Shelma Cerrillo y Scarlett Lindero

Este 3 de junio se alcanzó un nuevo triste récord: fue el día en que se reportó el mayor número de muertes a causa de COVID-19: 1,092 defunciones. Aunque no todas ocurrieron de un día para otro.

Esa cifra podría cambiar en los próximos días o, incluso, meses. Lo que pasa es que las muertes por el nuevo coronavirus pasan por todo un proceso antes de que se reflejen en las cifras oficiales. El procedimiento puede tardar hasta tres meses, después del deceso. 

Al comparar los reportes diarios con las cifras publicadas el 30 de mayo, podemos observar que se sumaron muertes de hace dos meses (en rojo en la gráfica). Por ejemplo, el 23, 25 y 31 de marzo se agregó una defunción cada día. Incluso, el 14 de abril se restó una muerte.

Esto nos lleva a un escenario peligroso, pues significa que los gobiernos están tomando decisiones (como levantar la cuarentena o no), basándose en escenarios que no necesariamente responden a la realidad. 

“La mayor preocupación de este rezago de temporalidad en los sistemas de información es a la hora de tomar decisiones, pues es arriesgado apuntar, por ejemplo, que se está aplanando la curva cuando el número de muertos está creciendo a un ritmo más lento”, explica el politólogo Sebastián Garrido en entrevista con Cuestione.

¿Por qué pasa esto? Hay tres puntos clave sobre cómo se registran estas muertes y por qué las cifras tardan tanto tiempo en actualizarse: 

  • La diferencia de sistemas

El reporte de muertes diarias funciona como un embudo. De todas las defunciones en las que se sospecha o se tiene la certeza de que la causa de muerte es el COVID-19, los certificados salen de las unidades médicas y por las jurisdicciones sanitarias. Después se mandan a dos sistemas: la Red de Defunciones Sujetas a Vigilancia Epidemiológica (Redeve) y al Sistema de Vigilancia de Enfermedad Respiratoria, donde son evaluados por equipos especializados para analizar los datos.

Sin embargo, puede que entre ambos sistemas los datos no coincidan, “porque están en espera del proceso de certificación (de los casos) o de revisión de la certificación y de clasificación por dictamen”, según explicó Hugo López-Gatellsubsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, lo que puede tomar entre 15 y 20 días, en promedio, de acuerdo con un análisis elaborado por el economista Jorge Andrés Castañeda y el politólogo Sebastián Garrido, como documentaron en Nexos. 

La confirmación de los casos es todo un procesos que atrasa su registro.

Además, conforme aumenta el número de muertes, los procesos se van alentando, advierten Garrido y Castañeda.

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  • Las actas de defunción y las “muertes extras”

El debate de las cifras de muertes y las actas de defunción por COVID-19 comenzó cuando investigaciones periodísticas analizaron distintas metodologías para comparar los datos con las cifras oficiales que da el gobierno federal y el de la Ciudad de México, y descubrieron que existe un subregistro en los reportes de muertes.

La asociación Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) dio a conocer que en al menos 4,577 actas de defunción de la Ciudad de México se registra como causa de muerte, confirmada o sospechosa, el COVID-19; es decir tres veces más que las cifras oficiales, según su investigación.

En 70% de ellas se incluía la palabra sospechoso o probable, solo el 7.1% tenían la palabra confirmado y en el resto no se especificaba.

Las actas de defunción para casos por COVID-19 se registran a través de tres criterios: los casos confirmados (en los que hay diagnóstico por laboratorio), casos sospechosos (que aún no tuvieron confirmación por laboratorio) y los casos probables (en los que no hay evidencia de que el informe de las pruebas de laboratorio concluyó en algún resultado).

Para que los casos sospechosos (que están en espera de confirmación de COVID-19 por parte de un laboratorio) se conviertan en positivos o negativos pueden pasar semanas, en lo que se terminan de actualizar estos datos y es en este lapso donde se presentan los rezagos, de acuerdo con el análisis de Nexos.

Para otro artículo de la misma revista, Mario Romero Zavala y Laurianne Despeghel, dos analistas de datos, extrajeron el número de folios de las actas de defunción de 2019 y 2020, de manera automatizada, a través del portal web del Registro Civil de la capital y las contrastaron con las de 2016, 2017 y 2018.

El objetivo fue obtener el exceso de mortalidad derivado de la crisis. Hasta el 20 de mayo era de 8,072 muertes por COVID-19 en la Ciudad de México, cifra muy por arriba de los 1,832 decesos reportados por la Secretaría de Salud (con corte al 22 de mayo).

Esto permite cuestionar si las autoridades ocultan información, ya que dos días después de la publicación del artículo de Nexos, el gobierno capitalino colocó un filtro tipo captcha (preguntas para asegurarse de que no las usen robots) en el portal, para obligar a que sean personas las que realizan las consultas. 

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  • Pruebas insuficientes

Otra limitante para conocer las cifras reales es la falta de capacidad para detectar con certeza el número de personas contagiadas de COVID-19 y, en consecuencia, el número real de personas que mueren por esa causa.

Realizar miles de pruebas diarias no es algo que esté en los planes de las autoridades sanitarias, como lo ha confirmado el propio López-Gatell, porque no lo consideran necesario.

Lo que realmente vemos en los reportes es la disposición que tienen las autoridades de hacer pruebas –si se hicieran más pruebas, seguramente tendríamos un mayor número de defunciones–, de acuerdo con el artículo del grupo de analistas de Punto Decimal.

Si bien “no hay necesidad de conocer el número de muertes a diario (reales), al menos los cortes semanales o mensuales serían muy útiles para tener una idea de todas esas personas que están probablemente contagiadas y mueren sin haber ido a un lugar de atención médica”, nos explicó en entrevista Oscar Elton, analista de datos en Data Cívica

La última estimación que realizó el gobierno federal fue que el COVID-19 cobraría la vida de 30 mil personas en nuestro país, sin embargo, es necesario tener información más actualizada sobre las muertes para tomar mejores decisiones, evitar más contagios y regresar con medidas seguras a la “nueva normalidad”, coinciden los expertos.

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