Apuntes de una poliamorosa. Parte 1

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Ser de cascos ligeros no es sinónimo de ser fácil. Escribo libros eróticos, difundo lo relacionado con las diversas dimensiones del sexo, publico mis textos en redes sociales junto con fotos de mí en poses sugerentes y soy abiertamente poliamorosa, por eso algunos sujetos se confunden y creen que soy unas piernas abiertas en automático, dispuestas a posar los tobillos en sus hombros para gozar un rato de recreo. La realidad es que no: lo que más disfruto de la concupiscencia es la seducción, el encanto, aquellas chispas que bien estimuladas encienden el fuego, ese fuego dispuesto a incendiarnos la piel. Eso no lo logra cualquiera.

Primer apunte. Una mujer libre, segura de sí misma, amante del placer, plena, que no está buscando ni redención, ni ser rescatada, ni depender, no se rinde tan sencillo ni a las palabras bonitas, ni a los obsequios que pretenden comprarla, ni a los halagos huecos; es una mujer íntegra que sabe decir “no”. Sobre todo cuando quien llega a intentar conquistarla es un señor con compromiso, un patán o un donjuán.

Segundo apunte. El principio fundamental de la libertad es que implica absoluta responsabilidad. Responsabilidad por tus propias emociones, y también por las emociones de los demás. Y las demás. No me siento cómoda al saber que mi placer y alegría provocan un daño colateral de tristeza, inseguridad y rabia en otra mujer que ni siquiera conozco y no tiene por qué sufrir por culpa de mi liviandad.

Por eso puedo asegurar que tu esposo está seguro conmigo. Yo no tengo relaciones sexuales con hombres con esposa. Ni con novia. No acepto estar con alguien que tiene pareja, si luego resultó que sí tenía esposa es porque lo ocultó al principio, y yo no soy policía de investigación como para no creerle cuando me dice que está solo o recién divorciado. Ni cuando te esconde. Así como cuando cachan al infiel y casi siempre asegura que la amante no es importante, igual te negó o ninguneó a ti para que otra mujer le abriera las piernas.

La cantidad de veces que un señor me dice que su esposa lo tiene abandonado, que ya no tienen sexo, que desde que nacieron los niños ya no le hace caso es incontable. Si fuera real nos encontraríamos en una verdadera época de crisis de pareja, con mujeres desinteresadas en sus maridos y los pobres maridos en búsqueda de quién les eche un lazo, como cachorros desamparados sin voluntad sobre sus deseos ni sus decisiones. Y no, esos maridos son adultos con boca, inteligencia, manos y capacidad de expresar ideas.

Tercer apunte: En contra de toda suposición o pronóstico, el mundo del amor libre es donde más he conocido el significado cabal de la palabra “consentimiento sexual”. Los  lugares en donde más lo he vivido son las fiestas swingers, donde nadie te roza ni siquiera el brazo sin que antes tú pronuncies un “sí” contundente e inequívoco; mientras en cualquier bar, aeropuerto, centro comercial, banqueta de cualquier sitio mi cuerpo en ocasiones ha sido confundido como parte del mobiliario o la decoración que se puede tocar porque es para uso y consumo común, suena inverosímil que a donde la gente acude con la casi absoluta certeza de ser manoseada por un desconocido eso no suceda si no le das permiso.

¿Difícil de creer? Quizás. Estamos acostumbrados a un mundo en el que esos detalles no son importantes y, sin embargo, lo son. El respeto tiene múltiples caras; es apasionante conocerlas y explorar territorios amables con prejuicio de indómitos.

Lo que más amo del amor libre es justo la cantidad de asombros que me regala y lo generosa que evidencia es la realidad.

Más de la autora: Alegre promiscuidad

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