Desinformación en torno a la Cartilla Moral

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¿Cuál es el propósito y origen del documento?

Me disponía a escribir sobre la Cartilla Moral –lanzada hace un par de días por el Gobierno Federal con el objetivo de “hacer realidad el progreso con justicia y promover una manera de vivir sustentada en el amor a la familia, al prójimo, a la naturaleza, a la patria y a la humanidad”– cuando reparé en un par de asuntos que me parecen más urgentes de ser atendidos, antes incluso que los contenidos mismos de la Cartilla en cuestión.

Desde la página legal del documento, se advierte que éste en realidad es la mera reimpresión de una única edición de 1992. La Cartilla Moral, presentada el pasado 13 de enero, es una adaptación escrita por José Luis Martínez de la Cartilla Moral de Alfonso Reyes (1944), una serie de lecciones preparada para las campañas de alfabetización en los años cuarenta. Esta nueva Cartilla Moral, la de 1992, formó parte de los materiales seleccionados para el Programa Emergente de Actualización del Maestro (PAEM) y el Programa Emergente de Reformulación de Contenidos y Materiales Educativos de la SEP, impulsados en el marco del Programa para la Modernización Educativa 1989-1994 y el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica del sexenio salinista.

Así, mientras la Cartilla de Alfonso Reyes, y su adaptación de 1992, se dirigían a docentes y estudiantes, para ser discutidas en aulas y dentro de un marco teórico-referencial más amplio, la Cartilla “de López Obrador” –que fue presentada en el arranque del programa de pensiones para personas mayores y al parecer será distribuida a este sector de la población (y suponemos que a otros sectores beneficiarios de programas de apoyo)– va dirigida a la ciudadanía en general, en el marco de la creación de una Constitución Moral para la construcción de un “pacto colectivo para comenzar una nueva etapa, adoptar nuevas prácticas, rescatar valores entrañables de nuestro pueblo y estimular mejores patrones de conducta”.

No dudo que el recalentado de 1992 del valioso texto de Reyes de 1944, servido ahora en frío en 2019, habrá sido mucho menos oneroso que una reedición que implicase una readaptación del texto original a los tiempos, y sentires, actuales –con un lenguaje incluyente y con perspectiva de derechos, que permitieran una novedosa lectura del pensar filosófico de Reyes– lo cual va muy de la mano con la austeridad que la República se ha propuesto. Sin embargo está por verse el cauce que se dé a esta convocatoria y la respuesta que se obtenga en los foros previstos para su discusión. La sola distribución del documento no garantiza una participación ciudadana activa e informada al respecto, lo cual me lleva al segundo asunto.

Me pareció importante aclarar primero el origen y propósito de dicha Cartilla debido a la desinformación que ha imperado al respecto. Sorprende que en medios y redes se repita, sin empacho alguno, que la Cartilla forma parte de los materiales seleccionados para los programas emergentes de actualización del maestro y reformulación de contenidos, etcétera, de la SEP. Como si dichos programas fueran actuales. Como si la SEP actual hubiera retomado el programa de modernización educativa salinista. La mayoría de las notas sencillamente copiaron lo que indica la hoja legal del documento: no se hizo la tarea ni se explica que éste es el documento base sobre el cual se creará la Constitución Moral. Tampoco se explica que ésta resultará de una gran discusión nacional y que hay mecanismos (aquí las Bases) para la participación ciudadana. Las reacciones a este documento no se hicieron esperar, pero no queda claro que se estén recibiendo en la ventanilla abierta para esto.

En un ejercicio muy sencillo de investigación se advierte que los medios reportaron en noviembre la convocatoria para la creación de la Constitución Moral, y que allí viene referenciada la Cartilla, pero ahora en enero no se retoma tal información. Tache. Y el gobierno tampoco menciona explícitamente en su Cartilla la convocatoria a la Constitución Moral y nos lleva por tanto en el sendero de la simulación (“hubo foros”, dirán).

En el caso de esta cartilla, y esta constitución, no es grave. La sola idea de un gran pacto moral se antoja trasnochada en plenos años veinte del siglo XXI. La postmodernidad se ha encargado de deslavar un horizonte unívoco de valores y normas sociales. Pero la realidad no es tampoco tan fragmentada o caótica como parecería; a veces solo es cosa de darle seguimiento a los eventos. La democracia bien vale este esfuerzo.

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