El plan de reactivación económica: “más a mi favor”

Compartir:

- Advertisement -

Tal vez usted haya estado en una discusión con alguien que se empecina en su argumento; por ejemplo, que el güero Herrera fue el futbolista más completo del país. En tal discusión uno podría mencionar los constantes problemas de disciplina y control de ira que, en última instancia, le impidieron llevar más lejos su carrera. Pero su interlocutor, en vez de aceptar que si un jugador es “completo”, se espera que tenga disciplina, revira: “Por eso, más a mi favor”.

Este hipotético polemista es ejemplo de una variante (particularmente fastidiosa) del “sesgo de confirmación”, un defecto cognitivo que nos lleva a atender únicamente la información que es consistente con nuestras creencias o bien a interpretar la información en forma tal que se la toma siempre como confirmatoria de dichas creencias. El plan de reactivación económica presentado el domingo pasado por López Obrador muestra al presidente como un ejemplo de manual del sesgo de confirmación.

El plan consiste, fundamentalmente, en mantener, o a lo mucho intensificar, las políticas sociales y los proyectos de obra pública que ya estaban programados u operando antes del inicio de la crisis. Dejemos de lado que algunos de estos proyectos no son muy legales que digamos (Tren Maya), o que la mejor descripción del sentido económico de la refinería es la imagen del Guasón prendiéndole fuego a una montaña de dinero nomás porque quiere y porque puede. Asumamos que son proyectos fantásticos. Por otro lado, la situación de miseria en la que vive gran parte de la población hace incuestionable la necesidad de una política social agresiva.

El problema es que un plan en el que no hay nuevas medidas ni nuevas prioridades en respuesta a la coyuntura inesperada, pues no es realmente un plan para atender la coyuntura inesperada. 

Como producto del aislamiento que es parte del esfuerzo nacional por aplanar la curva, se espera una contracción económica que podría ser de hasta el 7%. Prácticamente todos los gobiernos de los países afectados han dispuesto de una serie de instrumentos para ayudar a las empresas a superar este momento. 

El asunto es relativamente simple. Frente a la reducción del consumo que enfrentan diversas empresas, mientras dure la fase de confinamiento varias de estas corren el riesgo de quebrar. El plan de reactivación económica presentado el domingo es omiso al respecto.

López Obrador y sus formadores de opinión sugieren que destinar recursos a las empresas es casi como una reedición del Fobaproa, un derroche de recursos púbicos en los ya privilegiados.

Y por supuesto, nadie quiere que se apoye a las empresas de Carlos Slim. Cuando termine la emergencia sanitaria, una de las pocas certezas que hay en este mundo es que el Sanborns mas cercano estará abierto, incluso sin apoyos. 

Pero el pequeño negocio, la tiendita, el restaurant familiar, la tintorería, la tortillería, ese tipo de negocios no pueden dar por descontado que sobrevivirán a la pandemia. Son empresas eficientes, en el sentido de que ya estaban operando sin necesidad de apoyos. Si logran llegar al fin del período de aislamiento, las más de ellas volverán a mantenerse sobre sus propios pies. 

Apoyar a este sector está lejos de ser un Fobaproa, y cumple con un objetivo social, pues emplea al 80% de la fuerza de trabajo en el país, en su mayor parte de baja calificación. Es decir, son pobres. Se requiere de un apoyo para evitar la quiebra masiva de las empresas medianas, pequeñas y micro, formales e informales.

Adicionalmente, se necesitan recursos para darle un ingreso a las personas que queden desempleadas, un sector de la población que de ninguna forma se traslapa con los beneficiarios de las políticas sociales en vigencia. Y tampoco son magnates. Típicamente es gente que de sí batalla para ubicarse en el mercado laboral y con un bajo salario, por lo que normalmente no dispone de ahorros para aguantar el vendaval. 

Este público fue muy mencionado por el presidente durante el período en que se rehusaba llamar al distanciamiento social, y nos pedía que consideremos a este sector mientras se despachaba unas tlayudas. Sin embargo, se olvidó totalmente de él al diseñar el plan que, con orgullo, llama “no ortodoxo”.

Si uno lo piensa, el plan de reactivación económica de López Obrador en realidad es lo que él ya consideraba un plan de reactivación económica, sin pandemia de por medio. Afín a las teorías económicas de los setenta, él ve en la política social y la inversión en grandes proyectos de infraestructura el camino al despegue de una economía que llevaba años creciendo a tasas muy bajas. 

Ante el efecto recesivo de la pandemia, el presidente no considera que las circunstancias imprevistas exigen flexibilidad y adoptar medidas que en condiciones normales no habrían sido necesarias. Muy por el contrario, entiende que si su política era necesaria antes, ahora lo es más. Como quien dice, “más a mi favor”.

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.