Le dimos a AMLO el beneficio de la duda

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Soy una ciudadana de tantas en un país que se desmorona sexenio tras sexenio. Pasé años siendo cuidadora de dos hijos con discapacidad, lidiando ante la falta de accesibilidad, inclusión y políticas públicas eficientes. Ante el hecho inevitable de una enfermedad terminal, mis hijos murieron. Doné la silla de ruedas de mi hija, después compré otra silla y también la doné.

Una silla de ruedas siguió a la otra. En total, fueron más de 80 en mi primer año y esas no las compré yo, fueron fruto de la solidaridad de decenas de mexicanas y mexicanos que se unieron a esta causa, porque por cada silla donada encontrábamos a nuestro paso más familias asfixiadas en un país donde no se visibiliza a las minorías; en México ser pobre y tener discapacidad te vuelve víctima del desdén político.

La conciencia social se formó dentro de mí y me llevó de la mano a crear una asociación civil, Dianel –que surge de la fusión de los nombres de mis dos hijos fallecidos, Diana y Daniel–, teniendo la convicción de que la acción ciudadana es necesaria e indispensable, es la vía más importante para que los ciudadanos nos involucremos en el espacio público y podamos ser voz de las minorías más vulnerables.

Una asociación civil –desde mi óptica– debe ser íntegra, plural, inclusiva y, sobre todo, no buscar el interés propio, político ni religioso. Pero todo esto era una ilusión porque nada de lo dicho anteriormente funcionaba así en nuestro país. Ahora no es un secreto para nadie que muchas organizaciones de la sociedad civil (OSC) fueron creadas para el beneficio personal de políticos, empresarios y particulares favorecidos. Del presupuesto destinado a Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol) para las OSC, solo nos tocaban un porcentaje mínimo a las asociaciones pequeñas o de reciente creación. Millones de pesos fueron entregados a fundaciones que lejos estaban de ver por el bien común.

Cansada, como la mayoría de la ciudadanía, opté por un cambio político y el primero de julio de 2018 taché mi boleta electoral con la certeza de que el entonces candidato a la presidencia, Andrés Manuel López Obrador, dignificaría nuestro trabajo y redistribuiría con equidad estos recursos. Sus promesas de campaña mencionaban, en primer lugar, el combate a la corrupción y la disminución de las desigualdades sociales. Me identifiqué con sus propuestas y convicciones, pero nunca entendí las “letras chiquitas” en este contrato de confianza.

“Son intermediarias”, dijo el ahora presidente de la República, refiriéndose a las OSC. Hay insultos políticamente correctos y este es el primero que escuché de su voz durante una conferencia mañanera, que me trajo a la memoria las noches y días de trabajo construyendo proyectos que beneficiarían a cientos de niños y niñas en situación de pobreza. Me trajo a la memoria el tiempo, esfuerzo y conocimientos empleados por las voluntarias que realizan un trabajo excepcional, con el único pago que les da la satisfacción de saberse ciudadanas comprometidas con su país. “Son corruptas”, volvió a decir el presidente.

Mi asociación nunca ha recibido un peso del gobierno y toda la labor realizada ha sido gracias a la ciudadanía, a mis donadores y voluntarios. Conozco decenas de asociaciones que trabajan de manera honrada, limpia y transparente, las palabras del presidente no pueden ser para “quien le quede el saco”, fueron dirigidas a todas, A TODAS.

Me pregunto si con un depósito mensual, una persona con discapacidad motriz podría construir una rampa que lo deje andar por la ciudad, por poner solo un ejemplo. No, las asociaciones civiles no somos intermediarias, no todas somos corruptas, somos el mismo “pueblo bueno” del que habla el presidente; y en este tenor podríamos replicarle de la misma manera cuando se refieren hacia él como un político más.

El presidente debería entender nuestra legítima indignación cuando lo hemos visto responder de forma severa “no todos somos iguales, pueden decirme peje, pero no lagarto”.

El presidente escatima estos recursos porque cuestiona nuestra honestidad, la diferencia es que nosotros sí le dimos a él, el beneficio de la duda.

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