Poder contra poder

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Cuando la división de poderes toma su curso.

¿A ti qué es lo que más te conviene: que el Presidente de la República pueda crear por sí mismo todas las leyes que necesite para cumplir sus promesas de campaña, o que dicho servidor público tenga que negociar con el Congreso cada vez que quiera modificar una ley existente o crear una nueva?

¿Qué respeta más tu decisión al momento de votar: que el Presidente de la República instruya a los gobernadores qué hacer y cómo hacerlo; o que los gobernadores hagan aquello para lo que están facultados, aún si eso no coincide con lo que quiere el Presidente de la República?

En otras palabras: ¿te conviene que los poderes políticos se contengan entre ellos para ver cuál de sus decisiones queda en pie y cuál es anulada? La respuesta es un contundente: sí, sí te conviene. A estas alturas tu escepticismo probablemente ya está en niveles estratosféricos, por eso me explico un poco más.

El que ninguno de los tres poderes políticos ni los distintos órganos autónomos puedan, sistemática y cotidianamente, imponer su agenda, decisiones o planes sobre el resto es algo muy bueno para los ciudadanos. Quiere decir que nadie tiene un poder absoluto y, por lo tanto, todos los que tienen poder político -más tarde o más temprano- tendrán que conceder, negociar, ceder, pactar o replantear sus decisiones; y esto representa una protección para el ciudadano.

Si es verdad que “el poder absoluto corrompe absolutamente”, el ciudadano debe de cuidar que ninguno de sus empleados públicos, de sus servidores públicos, tenga el poder de tomar todas las decisiones, de gastar todos los recursos públicos, de aprobar o eliminar todas las leyes. Lo que le conviene al ciudadano es que “por disposición misma de las cosas, el uso del poder político detenga al poder político”. Dicho de otra manera: lo que más le conviene al ciudadano es dividir el poder antes de entregárselo al Presidente, al Congreso y a los jueces.

Todas y todos queremos que este país mejore. Para ello se requieren muchas cosas, combatir la pobreza, la desigualdad, la corrupción y la inseguridad pública son solo algunas de ellas; pero el primer paso para todas ellas es respetar las normas jurídicas que nos dimos todos. Entre ellas: la división de poderes. Todos valen lo mismo. Todos son importantes.

Ninguna cantidad de votos autoriza a servidor público alguno a desobedecer la Constitución, a violar la ley, a anular a los otros poderes del Estado. Todo servidor público debe de estar por debajo de la Constitución, no importa cuántos votos tuvo en las urnas. Entender eso indispensable para un buen funcionamiento del Estado.

Llevar esto a la práctica es indispensable para tu tranquilidad.

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