¿Qué hora es? La que marca el reloj, señor presidente

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Dos historias de la narrativa oral mexicana sobre la política y la ciudadanía siempre me han impactado y siempre he creído en la necesidad de trabajar en su desmitificación.

La primera, la anécdota sobre el más absurdo presidencialismo que se le atribuye a Porfirio Díaz cuando pregunta ¿qué hora es? y le responden “la que usted diga, señor presidente”.

Y la segunda, los cangrejos en el balde. Cuando pones un cangrejo en un balde, a la larga él saldrá solo, pero cuando pones muchos cangrejos ninguno logra salir porque cada vez que va subiendo uno, otro lo jala de la pata y lo lanza para el fondo.

En esta dualidad siento hoy a México. Un presidencialismo donde el titular se cree omnipotente y sin límites, que pretende “politizar” la administración y la gestión pública haciendo que pierda sus estructuras y límites, contradiciendo el “al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”.

Y por el otro lado, una sociedad que ese mismo presidente provoca, que la atiza para que se enfrente internamente, ella misma, para que se desconozca entre comunes y a la larga, se comporte como los cangrejos cada que alguien levanta la voz para expresar su desacuerdo ante un poder político que señala, que juzga, que califica y descalifica.

¿Qué hora es? La que marca el reloj, señor presidente Andrés Manuel López Obrador. El tiempo es AHORA y no el cúmulo de “sus anteriores” decepciones, dolores y frustraciones, pero por sobre todo es el tiempo de una gestión pública eficiente, centrada en las personas que menos tienen y que han sido olvidadas para que se cierren las brechas y el país logre un equilibrio en su desarrollo.

Desde el día en que usted fue electo ha afirmado que con el ejemplo, con su ejemplo, México iba a cambiar y se acabaría la corrupción. Sin embargo, casi que desde el día de su posesión observamos con incredulidad, expectativa y hasta temor, como el ejemplo que usted da es que si se puede estar al margen de la ley y por encima de ella.

Para que funcione la administración pública no basta levantarse todos los días a ver cómo desde las cámaras da instrucciones a sus subalternos, cómo convoca consultas de participación a modo, o cómo firma un memorándum que no tiene ningún sustento en la Ley.

El sistema tiene que cambiar, CLARO, sea usted ejemplo, convoque a los ejercicios de planeación participativa; condúzcase en el marco que la ley garantiza, y transforme lo que se requiere usando los mecanismos que permiten el equilibrio de poderes. Sea ejemplo para que la ciudadanía obedezca la ley como usted la obedece; para que la gente escuche a las demás personas sin calificarlas, como usted lo hace; para que las personas no tengan miedo de participar y expresar sus diferencias, porque usted no va a atizar a “sus benditas” redes sociales para que hostiguen a quien opina, confronta y equilibra.

¿Qué nos depara el futuro en México si a la pregunta de qué hora es, usted terminará respondiéndose a sí mismo, “la que yo quiera porque para eso soy el presidente”?

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