2019, año histórico para América Latina

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El año 2019 fue histórico para América Latina. 

Hubo cambios profundos, estallidos sociales, revueltas, giros a la derecha y a la izquierda. 

Fue un año en el que lo último que fueron las noticias, es aburridas.

Destacan, por supuesto, las protestas en Ecuador, la caída y huída de Evo Morales en Bolivia, las protestas que no ceden en Chile, las elecciones en Argentina, la revuelta en Colombia, la crisis migratoria con Centroamérica, la tensión creciente dentro de Brasil, entre otros casos.

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¿Qué podemos esperar de nuestra región durante este año que se nos viene encima?

En 2020, Bolivia enfrentará el reto de demostrar que quiere seguir siendo, o volver a ser, una democracia. La autoproclamada presidenta Jeanine Añez deberá convocar a elecciones, y su legitimidad será fundamental para devolverle su lugar en el mundo a aquel país. Hoy se están debatiendo si el partido de Evo Morales, el MAS, podrá competir. 

El renunciado presidente, ahora en Argentina después de escapar a México e irse a Cuba de súbito, se está encontrando con el desafío de operar a distancia. Su partido ya no está unificado en torno a él y su destino es incierto.

Mientras, México mantiene una confusa tensión diplomática con ese país. Entre supuesto hostigamiento policiaco a nuestra embajada en La Paz y los desmentidos de ese gobierno, nuestra relación con Bolivia cuelga de un hilo. Por lo pronto, ya echaron a nuestra embajadora.

Argentina, país anfitrión de Morales, tiene sus propios desafíos.

El regreso del kirtchnerismo, o una cierta versión de ese grupo, tendrá que cumplir con una alta expectativa. El nuevo presidente, Alberto Fernández, deberá demostrar que su modelo es más viable que el del derechista Mauricio Macri. 

Está heredando un país con pobreza creciente, descontento social, inflación disparada y debilitados servicios públicos. De no lograr que se sienta el cambio pronto, Argentina se estará quedando sin esperanzas de prosperidad.

En Uruguay llegó la derecha al poder después de 14 años. 

El pequeño país sudamericano dio un ejemplo de civilidad con su terso cambio de poder, algo de lo que muchos otros países deberíamos aprender. Falta ver si los avances sociales no empiezan a perderse.

Venezuela también tendrá elecciones intermedias, y su alta tensión se ha mantenido a pesar de que la atención internacional ya no está sobre ese país.

El madurismo se mantiene firme en el poder a pesar de la crisis, y en este 2020 tendrán elecciones intermedias.  

La oposición se ve debilitada, desgastada tras tanto tiempo de movilizaciones y, como siempre, dividida. Habrá observadores internacionales que podrán evaluar la legitimidad del proceso. La pregunta es si el chavismo recuperará su credibilidad o si la oposición logrará integrarse. Como sea, el cambio pacífico en ese país se ve lejano.

Estuvimos en Chile para el inicio del estallido social que no ha parado. Van cerca de 70 días de movilización y tensiones. Más de 300 personas han perdido uno o dos ojos por las acciones de los Carabineros. Informes internacionales dan cuenta de los abusos y excesos policiacos, mientras que el gobierno sigue tratando de convencer a la prensa que el “poderoso enemigo” que enfrenta son tuiteros extranjeros que alientan la ira social.

Habrá en 2020 un plebiscito para que la gente decida si se hace una nueva Constitución, y el método con el que se haría. La derecha ya sacó su maquinaria publicitaria para convocar a votar por el “no”, mientras que la sociedad movilizada apoya el “sí”. Es como un espejo moderno de aquél plebiscito que sacó a Pinochet del poder hace ya más de 30 años.

En México, tuvimos el primer año de un gobierno que ha prometido hacer de este un país diferente, pero que enfrenta los mismos problemas que antes. 

La batalla en Culiacán demostró que la falta de estrategia tiene su precio, y la matanza de los Lebarón nos recordó la brutalidad de los cárteles. La economía no se desmoronó pero tampoco creció. Y las expectativas siguen altas aunque la promesa de un México nuevo aún está por cumplirse.

La oposición está débil y desorganizada, además de que no encuentra ni líderes fuertes ni mensajes claros. El PRI, alguna vez todo poderoso, se ve intimidado y arrinconado; el PAN busca hacer contrapeso, pero no da una alternativa convincente. 

La luna de miel del presidente López Obrador con su electorado no ha terminado, aunque entrando al segundo año en el poder se va acabando el margen para culpar a los de antes y pedir paciencia, además de que la polarización crece. 

2019 es ya el año más violento de la historia, y este es el desafío en el que toda la promesa descansa: pacificar al país. Si no se empiezan a ver resultados reales pronto, el mito empezará a desquebrajarse.

Así, si el año 2019 fue el año en que desafiamos al poder, el 2020 será el año en que la esperanza tendrá que dar resultados.

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