Seguramente usted habrá leído o escuchado que la producción de Pemex se incrementó en el último año y posiblemente pensó que esto es una buena noticia para el país. Si bien es cierto que un incremento en la producción de la paraestatal se traduce en mayores ingresos, la realidad es que las noticias no son tan alentadoras. Le explico por qué.
Actualmente, el principal producto de las refinerías de Pemex es el combustóleo, cuya producción se incrementó en 51% durante 2021. Sin embargo, el combustóleo tiene un bajísimo valor comercial y es altamente contaminante.
El combustóleo solía tener un mercado en el transporte marítimo, pero, de unos años para acá, la Organización Marítima Internacional ha emitido nuevas reglas que limitan el contenido de azufre presente en el combustible de los barcos cargueros y el combustóleo producido en México tiene altos niveles de este compuesto debido a que se produce a partir de crudo pesado.
Durante 2019, Estados Unidos y Singapur que solían ser los principales compradores de este tipo de combustible redujeron sustancialmente su demanda para cumplir con sus compromisos en materia de protección ambiental, en el caso de Estados Unidos la han reducido en 46 por ciento, mientras que Singapur la disminuyó 33%.
La solución que ha encontrado el gobierno mexicano para darle salida al exceso de este combustible es obligar a la CFE a usarlo en sus plantas de generación de energía eléctrica en lugar del gas natural. ¿El problema?
Efectivamente, si usted últimamente siente irritada la nariz y le lloran los ojos, esto se debe a que la planta termoeléctrica de Tula está trabajando con combustóleo que tiene altísimos niveles de azufre y estos se concentran en la Zona Metropolitana del Valle de México.
Por otra parte, expertos señalan que para aprovechar todo el excedente de combustóleo la CFE está utilizándolo en plantas de ciclo combinado que están diseñadas para trabajar con gas natural como combustible, lo que acabará dañándolas y con ello, se incrementará el costo de la energía eléctrica.
Si producir combustóleo es tan mal negocio para México ¿por qué lo estamos haciendo? Porque el gobierno mexicano está decidido a incrementar la producción de Pemex para dejar de tener pérdidas fiscales derivadas de las deudas contraídas y porque la paraestatal necesita presentar números positivos para justificar, entre otras cosas, la reforma energética que busca que el Estado Mexicano monopolice la producción de combustibles y energía.
La historia ha demostrado que los monopolios son malos para la economía en general y para los consumidores en particular, quienes acaban pagando precios más altos por los bienes o servicios. El afán del gobierno mexicano por monopolizar y tener el control de la producción de energéticos está causando daños inmediatos al medio ambiente y en el corto plazo provocará un incremento en los precios de los combustibles y de la energía. Como una de las promesas de campaña del partido en el poder fue que bajaría el precio de la luz y la gasolina, al gobierno no le quedará más remedio que seguir incrementando los subsidios para que los precios al usuario final no se disparen dramáticamente.
Los subsidios suelen presentarse como un beneficio social, sin embargo, la realidad es que subsidiar la gasolina o la electricidad beneficia a quienes más tienen porque son quienes más consumen estos insumos. Actualmente, el costo del subsidio a los combustibles y a la energía ronda los 100 mil millones de pesos y por cada peso que se invierte, la población más pobre recibe en beneficio solamente cuatro centavos a través de transferencias indirectas.
Esto significa que, a cambio de pagar menos en gasolina y electricidad, los mexicanos necesitamos sacrificar la calidad de los servicios de salud, sufrir la falta de medicamentos y ver cómo se incrementa cada día el rezago educativo.
El costo de centralizar la producción de energía y combustibles en manos del estado ya está siendo muy alto, pero lo va a ser aún más si se aprueba la reforma que el gobierno está promoviendo en aras de una mayor concentración de poder y de una soberanía mal entendida.
