La cacería de brujas

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En la historia, existe un capítulo oscuro y poco estudiado: la cacería de brujas. Durante mucho tiempo, mujeres con conocimientos en herbolaria, agricultura, medicina y partería fueron perseguidas y condenadas en un intento de sofocar su sabiduría y controlar su autonomía. Es asombroso cómo este período de misoginia y persecución de género fue pasado por alto durante mucho tiempo.

La cacería de brujas se centró en las mujeres que desafiaban las normas establecidas, particularmente aquellas más ancianas y solteras, que ya no podían contribuir al sistema capitalista a través de la reproducción. Estas mujeres fueron perseguidas y condenadas, buscando silenciar su sabiduría, así como también se juzgaba la sexualidad femenina vivida fuera de los deseos masculinos y de la reproducción.

Se convirtieron en pecado todas las prácticas de autonomía reproductiva de las mujeres, desde la anticoncepción hasta el aborto y se les culpaba a las mujeres incluso por los abortos involuntarios, los cuales se relacionaban con el adulterio y el infanticidio.

Las curanderas y parteras que ayudaban a las mujeres con estas prácticas, así como aquellas que buscaban libertad reproductiva, fueron incluidas en la categoría de “brujas” y vinculadas con el demonio cuando los nacimientos no se lograban. Prácticas que ayudaban a la salud de las mujeres de repente fueron castigadas con penas severas, para tener control sobre los cuerpos de las mujeres y que produjeran más fuerza de trabajo que beneficiaba al capitalismo y a la Iglesia cristiana.

Es fundamental comprender este período para entender las luchas actuales del feminismo, que son antipatriarcales, anticapitalistas y antirracistas. La cacería de brujas fue una manifestación de miedo, de control  y superstición, donde las mujeres que desafiaban las normas establecidas eran consideradas una amenaza. Su sabiduría ancestral en el uso de hierbas medicinales y su conocimiento sobre el cuerpo femenino fueron considerados peligrosos por aquellos que buscaban mantener el control y la autoridad.

El estereotipo de la bruja, representada como una mujer malvada y seductora, fue utilizado como justificación para perseguir a aquellas que desafiaban las expectativas de género impuestas por la sociedad. La independencia y el poder que estas mujeres poseían se convirtieron en una amenaza para el statu quo, desatando una caza despiadada.

Así, no solo fue un acto de violencia física y psicológica, sino también un intento de silenciar las voces femeninas y perpetuar la opresión de género. Aquellas mujeres que se atrevían a desafiar los roles tradicionales eran consideradas una aberración y, en consecuencia, eran perseguidas, torturadas e incluso ejecutadas.

Los componentes mitológicos han sido fundamentales para perpetuar la idea de que las mujeres son malas, especialmente aquellas que se rebelan. Esto ha justificado y tolerado la violencia contra las mujeres, aumentando su crueldad y revictimización y vemos como aún en nuestros días, bajo este estereotipo de las mujeres seductoras y malas, aún se les sigue culpabilizando.

En la actualidad, las brujas no son solo las mujeres olvidadas de la Edad Media. Las brujas somos todas las mujeres que luchamos por la sostenibilidad de la vida, aquellas que sufren violencia y aquellas que se atreven a cuestionar el orden establecido. Es importante reconocer nuestra conexión con estas mujeres valientes del pasado y continuar resistiendo y luchando por la igualdad y la justicia.

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