Corcholatas al ataque

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Las corcholatas, como les dice cariñosamente el presidente López Obrador, están desatadas. Desde que el mandatario les dio permiso de iniciar sus campañas, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López se han volcado a las calles tratando de ganarse el favor de la gente.

Cada una de estas personas enfrenta sus propios desafíos. 

La jefa de Gobierno tiene dos problemas: el primero es que no conecta con la gente. Ha proyectado por mucho tiempo una imagen distante, fría, sin empatía, hasta indolente. 

Eso se hizo evidente con la tragedia del colegio Rébsamen, que colapsó durante el terremoto de 2017 en la alcaldía que ella gobernaba en ese entonces. Su lejanía con las víctimas fue lo que más marcó a su gestión.

Ya como jefa de Gobierno volvimos a ver lo mismo con la Línea 12 del Metro. Su desinterés por las familias y la gente afectada caracterizó por completo su forma de actuar. Y sí, dijo que le importaban y que les iba a ayudar, pero lo hizo como ella lo hace: con frialdad y hasta lo que parecía un poco de desprecio.

Con las feministas ni se diga: las ha convertido en enemigos públicos, adversarias a su causa y dignas de ser reprimidas o en el mejor de los casos ignoradas.

Probablemente sabe que ese es uno de sus puntos débiles, y por eso nos regaló un video en sus redes donde muestra su hogar y nos toca la guitarra. También hizo público un video de ella cuando era estudiante, joven y entusiasta.

Está tratando de sacudirse la imagen que tiene y que la sintamos humana, cercana. No sé si lo esté logrando, pero sin duda le está echando ganas a transformar la percepción que hay de ella.

Su segundo problema es que quiere ser un clon de Andrés Manuel. Obediente y sumisa, no se atreve a construir su propio discurso. Es imposible que logre emular o capturar la soltura con la que el presidente habla y conecta con la gente, pero igual lo sigue intentando. Y parte del problema que tiene es que ser una AMLO Segunda profundizará el voto útil en su contra por parte de quienes no desean la continuidad.

Adán Augusto López tiene un problema diferente: hasta hace poco tiempo, no era una figura nacional. El secretario de Gobernación es bien conocido en Tabasco y partes del sureste, pero cuando fue nombrado en su cargo la mayor parte de la gente tuvo que googlear para saber quién era.

Ahora está esforzándose para ser un nombre reconocible, y busca colocarse en el centro del debate público.

No le es fácil bajo la sombra de López Obrador. Está buscando ser percibido como el hombre con el que se puede hablar, negociar, arreglar cosas. Busca posicionarse como alguien que resuelve conflictos y saca las cosas adelante. 

Sin embargo, en un México polarizado, su éxito está siendo limitado.

El canciller Marcelo Ebrard tiene sus propios desafíos. Como jefe de Gobierno mostró que podía gobernar razonablemente, y que no era distante. Pero arrastrará siempre la tragedia de la Línea 12 que él construyó.

Además, aunque AMLO lo mencione, la verdad es que parece estar fuera de su favor. Después de que fue un secretario que se encargaba de todo en un principio, poco a poco lo han empujado a la oscuridad. Él sabe que su acertijo es este: diferenciarse del presidente y al mismo tiempo representarlo. No está fácil.

Los tres han abandonado gran parte de su trabajo para hacer actos proselitistas, comparten su Whatsapp como si realmente lo fueran a atender personalmente, se tratan de mostrar accesibles.

El tema es que están caminando en el filo de la ley. Partidos de oposición ya han interpuesto demandas por actos anticipados de campaña, pero el Tribunal Electoral actúa lentamente y no tiene muchos dientes con los cuales castigar.

Como sea, nos esperan dos largos años de ver a estos personajes abandonar sus responsabilidades para ganar la confianza y apoyo de la gente.

Pero sobre todo, dos años en que tratarán de convencer a la única persona que va a decidir: el presidente.

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