El desprecio a la gestión pública

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México ocupa el lugar 16 a nivel mundial en lo que respecta al tamaño de su economía, estamos hablando de un universo de 194 países, de modo que se trata de una de las economías más grandes del mundo.

De hecho, nuestro país había alcanzado el lugar 15 en 2019, sin embargo, la pandemia de COVID provocó una contracción de la economía de 8.2% en 2020.

A pesar de ser una de las economías más grandes del mundo, en México el 40% de la población se encuentra en pobreza laboral, es decir, con lo que ganan no les alcanza para comprar la canasta básica de alimentos. 

Por otra parte, en lo que se refiere a la calidad de la educación ocupamos el lugar número 56 de 77 de acuerdo con los resultados de la Prueba Pisa de 2018.

En lo que toca al acceso a la salud, la cobertura en nuestro país es de 74%, mientras que el promedio de los países de la OCDE es de 98 por ciento.

¿Por qué si somos una de las economías más grandes del mundo, en casi todos los frentes tenemos indicadores de países poco desarrollados?

Una de las explicaciones es que México no ha logrado desarrollar instituciones sólidas que permitan darle continuidad a los programas para combatir la pobreza y generar mayor desarrollo social. Cada vez que llega una nueva administración al país se hacen a un lado los programas y políticas que se tenían para crear otros que no necesariamente son mejores.  

Esta situación no solo tiene que ver con la alternancia, incluso durante la época en la que estuvimos gobernados por un solo partido, cada vez que llegaba un nuevo grupo al poder las instituciones públicas se deshacían del personal que estaba a cargo para abrir espacios a los nuevos.  

Esto ha imposibilitado que haya continuidad en los programas de gobierno. Si bien existe una Ley de Servicio Profesional de Carrera en la Administración Pública, que data del 2003 y con la cual se pretendía promover la formación de cuadros especializados para trabajar en las instituciones de gobierno, la realidad es que el esfuerzo ha quedado trunco ya que ninguna administración se la ha tomado en serio y todas han caído en la tentación de usar las posiciones en la administración pública para premiar a amigos y aliados.

La actual administración ha ido aún más lejos ya que en su lógica de transformar por completo al país se ha dedicado a desmantelar todos los programas e instituciones impulsados por gobiernos anteriores, sin haberlos sustituido por algo mejor.

Un ejemplo muy claro es el que tiene que ver con la Reforma Educativa, esta administración decidió anular dicha reforma que contemplaba, entre otras cosas, la evaluación de los docentes para fomentar un mejor desempeño en el aula y la creación de escuelas de tiempo completo, ambos programas estaban sustentados en evidencias internacionales que demostraban que contribuían de manera clara a mejorar el desarrollo académico.  

La cancelación de la reforma educativa no dio lugar a una nueva propuesta, sino simplemente al abandono de dichos programas. Esto ocurre cuando quienes llegan a la administración pública no tienen experiencia en el ramo e improvisan sobre la marcha.

Pero no solamente es que quienes llegan al poder en México usan a las instituciones como agencias de colocación de empleo, sino el desprecio al otro que se traduce en borrar de manera compulsiva cualquier iniciativa que no pertenezca al grupo en el poder sin importar los méritos que ésta pudiera tener.

Mientras en México se siga considerando a la administración pública como un botín para repartir entre amigos y se desdeña el conocimiento técnico y la experiencia en la gestión de lo público, no importa que tan grande sea nuestra economía, los beneficios de ella nunca van a llegar a la población.

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