Ella no

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La escritora y activista estadounidense Maya Ángelou solía decir, “Soy feminista, llevó mucho tiempo siendo mujer y sería estúpido no estar de mi propio lado”. Pero lo cierto es que hay mujeres que no se identifican con el feminismo e incluso, las hay que son abiertamente patriarcales y machistas. 

Un ejemplo de ello es la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, quien llegó a afirmar que “el feminismo es un veneno”. Aunque Thatcher rompió el techo de cristal en su momento y demostró que una mujer podía ser la Primer Ministra de su país, sus posiciones conservadoras e individualistas basadas en el mérito perjudicaron a las mujeres, especialmente a las madres solteras y trabajadoras con bajos salarios. 

Thatcher no tenía interés en fomentar la igualdad de género ni apoyar a otras mujeres en su carrera política, y se veía a sí misma como una excepción más que un cambio a instaurar. A pesar de esto, ella sirvió de referente para las mujeres que la siguieron, cambió el imaginario social al ocupar la posición más alta en la política de Reino Unido y le demostró a las niñas – sin quererlo- que una mujer podía hacerlo. 

Años después,la abogada y diputada argentina Florentina Gómez Miranda dijo que “Cuando una mujer entra en la política, cambia la mujer, si muchas mujeres entran en la política, cambia la política”. Eso hizo eco en mujeres líderes como Michelle Bachelet, porque es cierto. La política cambia cuando se incorpora a las mujeres, generalmente para mejor, pero no siempre necesariamente hacia una política feminista. 

¿Ha representado un avance para las mujeres que Giorgia Meloni se haya convertido en la primera mujer en ocupar el cargo de Primera Ministra en Italia? Los hechos hablan. Mientras aún estaba en campaña las feministas italianas encabezaron una campaña denominada “Ella no” porque su partido tiene una tradición fascista y anti derechos para las mujeres, abogando por la familia natural, defendiendo posiciones racistas, contra el derecho a decidir y los derechos sexuales de las mujeres y contra la comunidad LGBT, contra las cuotas de mujeres en campos ampliamente masculinizados en los que las mujeres han tenido barreras estructurales para entrar. Es decir que exalta la misma cultura machista que prevalecía en Italia y que ha ganado posiciones en muchos países de Europa con los movimientos neoconservadores. 

Al final, es una cara femenina para una agenda de gobierno anti feminista. 

Su llegada al gobierno no hubiera sido posible sin años de luchas feministas, y no es de extrañar que haya usado la carta de ser mujer para llegar ahí, pero sin duda no forma parte de las luchas de las que ahora se beneficia. 

Incluso ha sostenido posiciones feministas como atender la violencia de género o abogar por una cultura laboral que se equilibre con la vida personal, pero solo ha sido para llevar más allá la agenda anti inmigrante o para promover que las mujeres tengan más hijos. 

El apoyo al liderazgo de una mujer por parte del partido ultraconservador y neofascista que la llevó a la presidencia es solo una de las formas del patriarcado de sobrevivir sin transformarse de fondo. 

Es por eso que en este momento es importante señalar que el hecho de ser mujer no es suficiente para ser feminista ni para que se tenga una perspectiva de género. Como menciona la antropóloga Marta Lamas, “el cuerpo de mujer no garantiza pensamiento feminista”. Así, tampoco se garantiza que las mujeres sean más pacíficas, menos corruptas o más confiables que los hombres, que les preocupe la gente o que sepan cuidar la vida. Suponer eso es volver a los estereotipos. 

¿Se pueden criticar las acciones y posicionamiento de una mujer política sin que se considere violencia política, discurso de odio o misoginia? 

La respuesta es que si, porque una mujer puede ser tan mal gobernante o mala líder como cualquier hombre y caminar hacia la igualdad significa analizar las políticas que han hecho las mujeres más allá del hecho de ser mujeres y recordarles, incluso a ellas mismas, que las mujeres no queremos ser juzgadas por nuestro género ni por prejuicios. 

Madeleine Albright, quien fuera la primera mujer secretaria de Estado de los Estados Unidos acuñó la famosa frase: “Hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no ayudan a otras mujeres”. 

Pero cuando hay mujeres que hacen política que atenta contra nuestros propios intereses, los de las luchas de larga data, sintámonos libres de decir “Ella no”.

Bastante trabajo ha costado llegar a donde estamos como para acompañar retrocesos. 

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