El infierno

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Pocos temas son tan divisivos a nivel mundial como el conflicto entre Palestina e Israel. Sin embargo, con el brutal ataque sin precedentes de Hamás del fin de semana pasado muchos pretextos se acabaron.

Condenar el horror y el terrorismo no es algo que se pueda matizar con “pero es que…”. El asesinato de civiles, muchos de ellos niños y niñas e incluso bebés, no acepta justificación alguna. El secuestro y homicidio solo puede ser condenado.

Por eso ha sorprendido la tibieza en la reacción de México. Si bien es de celebrarse que nuestros connacionales que estaban allá hayan sido recuperados con eficiencia, es lamentable que la posición de nuestro país sea más de tristeza y lamento que de condena. 

Como pasó con la guerra de Rusia contra Ucrania, nuestro gobierno no termina de decidir dónde quiere pararse. El presidente dice que somos pacifistas, casi les pide que por favor dejen de pelearse. Mientras, miles mueren. 

La canciller Alicia Bárcena, que es una experimentada diplomática, trata de ser más clara y contundente, pero está atrapada por la ambigüedad de su jefe. Así, somos un país que pide que haya paz y alegría, pero no puede asumir que hay un agresor.

Y esto es importante: Hamás es un grupo terrorista, pero no es Palestina. Diferenciar entre un pueblo y un grupo es fundamental para entender que no toda la gente palestina es responsable de los actos horribles de Hamás, como no todos los rusos son responsables de los actos violentos del Ejército ruso.

Así que sí hay un agresor y debe ser señalado. 

Más allá de la postura de México, hay un tema relevante: la diferencia entre objetivo y resultado. Hamás tenía un objetivo, que era causar el mayor daño posible a los israelitas. Eso lo lograron. Pasaron por debajo del radar del Mossad, la agencia de inteligencia de Israel que es considerada de las mejores del mundo, y les dieron una cruel sorpresa. 

Pero ese no es el resultado. El resultado es, en primer lugar, la intensa respuesta del gobierno de Israel, liberado ya de las presiones internacionales para contenerse. El contraataque a Gaza ha sido feroz, y lo seguirá siendo. Aunque la ONU y OTAN han llamado a proteger a los civiles, tienen pocas herramientas para hacerlo.

El resultado ha sido más sufrimiento para un pueblo de por sí oprimido. La gente que dicen defender y representar pagarán el precio de su violencia.

¿A quién beneficia todo esto? En primer lugar, a Vladimir Putin. El presidente de Rusia debe estar viendo con regocijo cómo Ucrania deja de ser una prioridad para occidente. No solo deja de ser “tema”, también dejará de recibir muchos recursos que necesita desesperadamente.

En segundo lugar, fortalecieron a Benjamin Netanyahu. El primer ministro estaba en problemas políticos y legales, y todo eso se ha desvanecido. Así como pasó con Ucrania, el país se une en torno a su líder y le entrega todo el poder para ejercer su venganza.

También debilita a Joe Biden, que tendrá que desviar recursos y atención para apoyar a su aliado en el Medio Oriente y fortalece la imagen de Donald Trump, que puede decir que si él gobernara esto no habría pasado, por muy falso que eso sea.

El gigantesco fracaso global para resolver este conflicto que ha durado décadas entra en uno de sus episodios más sangrientos. Se espera que esta sea una guerra larga y dolorosa

Si algo nos han enseñado las guerras es que aunque un bando sea el vencedor, siempre hay un gran perdedor: los civiles, que pagarán con su sangre y vida este infierno.

Más del autor: Trinchera elástica

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