La violencia policiaca no para en México, ¿qué están haciendo las autoridades?

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La indignación se disparó

Estamos enfrentando una amenaza que no parece tener freno: la violencia policiaca. Y como toda acción, tiene una reacción social que lejos de reducir el peligro lo hace más grande. 

Giovanni López fue detenido por la policía de un municipio de Jalisco el 4 de mayo. La detención, se supone, fue por romper el protocolo impuesto por el gobernador Enrique Alfaro que hacía obligatorio el uso de tapabocas en las calles.

López fue golpeado, torturado, recibió un balazo y finalmente murió. Su caso habría sido el de muchas personas que mueren bajo custodia policial en México de no ser por un video que muestra a los policías golpeándolo y llevándoselo. Ahí, la indignación se disparó.

Se organizaron protestas, que fueron enfrentadas por la policía con dureza. Hubo detenidos y lesionados. Mientras, Alfaro hacía control de daños. Prometió que habría justicia, y avanzó en detener a los agentes presuntamente implicados. También dijo que se liberaría a todos los detenidos y se revisará la actuación de la policía.

Pero la mecha ya había encendido. Poco después hubo otra marcha similar, ahora en la CDMX, que culmina con un video de varios policías antimotines – los “no granaderos” de la jefa de Gobierno – pateando viciosamente a una adolescente en la marcha.

Claudia Sheinbaum salió esa misma noche a condenar a sus propias fuerzas del orden y asegurar que se tomarían acciones. De forma muy similar a Alfaro poco antes, dijo que sus órdenes se habían desobedecido.

Vinieron entonces más marchas en la capital, en la que se registraron saqueos y destrucción de la propiedad privada. Sheinbaum no dejó a su policía actuar, y los saqueadores hicieron lo que quisieron.

En Cuestione hemos defendido varias veces el derecho a la protesta, incluso cuando grupos frustrados dañan monumentos. Sin embargo, el orgullo de la jefa de Gobierno al decir que “se quedaron con las ganas de ver represión” manda una mala señal. Como no puede evitar que sus policías se excedan, simplemente da manos libre a los saqueadores. La ciudadanía queda a la deriva.

La espiral de violencia es grave y debe ser entendida bien. Padecemos de una violencia endémica de las fuerzas del orden. El caso de Giovanni ha sido emblemático, pero en estas semanas Yair López fue asesinado en Tijuana por policías y murió en custodia en Xalapa. 

No es un problema de un gobierno local ni de una autoridad específica. Es un problema estructural de México. Sin embargo, poco están haciendo el gobierno federal y muchos de los locales para realmente cambiar la cultura de las policías. Siguen siendo fuerzas que reprimen o ignoran.

Nuestro país está cada vez más polarizado políticamente, y todos los bandos tratan de usar las tragedias a su favor. Las vidas poco importan cuando se está tratando de ganar poder o retenerlo. 

Cambiar la cultura de nuestros agentes no es barato ni inmediato, pero no puede ser imposible. Lo que no hay, es un verdadero compromiso político de fondo para hacer este cambio. Mientras, unos mueren en manos de la policía y otros pierden sus pertenencias en manos de saqueadores.  

Esto es de la mayor importancia hoy, que enfrentaremos una de las crisis económicas más profundas en décadas. La desesperación y la violencia son una mezcla explosiva. Bien harían las autoridades, empezando por el primer mandatario, en reducir la tensión social y llamar a un acuerdo nacional para enfrentar esta crisis. 

Pero en lugar de eso, está ocupado inventando conspiraciones.

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