La niebla

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Pocas cosas son tan funcionales a la literatura como la neblina. Tanto de forma metafórica como literal, la niebla ha sido usada una y otra vez en textos, desde Miguel de Unamuno hasta Stephen King, pasando por Charles Dickens, Bradbury y Cormac McCarthy.

La niebla es útil porque representa lo desconocido, es un lugar en el que te pierdes; es melancólica y oscura. Al final, cuando estás en la niebla, no sabes qué hay frente a ti, no distingues lo importante; es una barrera que confunde y oculta la verdad.

Y así como funciona en literatura, funciona en política. Una y otra vez, los políticos más hábiles recurren a la creación de neblinas artificiales para esconder sus errores y corruptelas, o para desviar la atención del público y la prensa de lo importante a lo irrelevante.

Eso es exactamente lo que son las famosas reformas constitucionales del presidente López Obrador. No hace falta ser un gran analista para darse cuenta de que llegan tarde, muchas son inviables o irrelevantes, o en todo caso no van a pasar. Pero vaya que nos distraen y consumen. 

Por eso, hay que abordar las cosas que sí son importantes. Cortemos la cortina de la niebla y hablemos de esto: México está a la cabeza de una lista de 193 países como paraíso de los mercados criminales

De acuerdo con la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional, que realizó el índice, las tendencias al alza en México son muy preocupantes: la trata de personas, la extorsión, el cobro de piso, la venta y producción de drogas han encontrado en nuestro país un lugar estupendo para prosperar.

Por supuesto que no es culpa solo de este gobierno, pero sí es en este gobierno en que se ha disparado la diversificación de los mercados criminales. Hoy, están ya involucrados en todo el tejido social, desde la siembra de limones hasta el secuestro.

México supera, en el índice, a países como Myanmar o Irán, así como Colombia y Brasil en América Latina. 

De los muchos espacios que el crimen ha ocupado, uno ha ganado visibilidad en los últimos días: los transportistas. Cada año, el crimen organizado roba miles de millones de pesos en cargamentos y lo hacen cada vez con mayor violencia. Ante los asesinatos de choferes, el país sufre un déficit de trabajadores que ya no quieren conducir en el país y están migrando a Estados Unidos.

En estos días los transportistas dieron un grito desesperado para llamar la atención de las autoridades, bloqueando carreteras tras el feriado. Esperaban lograr que el gobierno se fijara en ellos, que les diera protección. Hasta ahora han recibido puras promesas vacías. Y mientras, los siguen matando.

El fin de semana pasado una ciudad tan importante como Chilpancingo cayó en estado de sitio por violencia vinculada, justamente, a extorsiones a transportistas. Se suspendieron clases, actividades laborales, el gobierno se cerró y la ciudad se silenció ante el terror a la violencia criminal.

Todo esto está pasando ahora en nuestro país sin mayores consecuencias. Las organizaciones de transportistas protestan denunciando la impunidad y la violencia. Pero nada cambia y la sociedad parece olvidar que de estos trabajadores dependemos para poder surtirnos de los alimentos más básicos.

Mientras, la clase política y la prensa miran hacia el presidente para escuchar atentamente cómo se ignoran todos estos problemas y nos sumergen en la neblina de reformas que llegan tarde, de forma oportunista electoralmente y mal.

Perdidos en la niebla, damos tumbos sin encontrar el camino.

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