Mitos y realidades sobre la producción de alimentos

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Recientemente me topé con una información muy interesante en la que explicaban que el peso del pollo que consumimos ha ido evolucionando dramáticamente. En 1957 el peso promedio de un pollo era de alrededor de 900 gramos, para 1978 aumentó a casi dos kilos y actualmente, una sola de estas aves llega a pesar más de 4 kilos [1]

De acuerdo con la información que leí, este incremento en el peso de los animales se debe, por un lado, a la selección de especies más propensas a crecer y engordar rápidamente y por otro, a las técnicas de crianza y a la alimentación.  

Mientras que en el pasado los pollos crecían en corrales en donde se podían mover con libertad y comían toda clase de alimentos que incluían pasto, semillas, insectos y hasta pequeños animales como ranas, actualmente en las granjas productoras estas aves están encerradas en jaulas y son alimentadas principalmente con maíz y soya, lo que les hace crecer y ganar peso rápidamente.  

Según los expertos, este cambio en la crianza de los pollos ha repercutido en el sabor del producto ya que los ejemplares jóvenes tienen mucho menos sabor que los maduros, sin embargo, la alta demanda y la competencia en la industria ha provocado que año con año se desarrollen nuevas técnicas para acelerar el crecimiento de estas aves y sacarlas más pronto al mercado en forma de alimento.

El caso de la crianza de pollos no es exclusivo, ocurre en general en todas las cadenas de producción de alimentos, las frutas y verduras también son cultivadas con técnicas muy avanzadas para lograr que las plantas produzcan más frutos y más rápido, también se han desarrollado especies que toleran mejor los cambios ambientales y las plagas.   

Ante este escenario, ha surgido la tendencia de producir alimentos orgánicos que están hechos a partir de técnicas más artesanales y como resultado, el consumidor encuentra productos con mejor sabor, aunque de menor tamaño. Por supuesto, el costo de estos productos es considerablemente más alto que aquellos que son cultivados o criados de manera industrial.

Como consumidores individuales, probablemente preferimos adquirir alimentos producidos de forma orgánica -si es que podemos pagarlos- por sus beneficios en cuanto a sabor y calidad nutricional, sin embargo, actualmente somos cerca de 8 mil millones de personas las que habitamos en el planeta.  

El reto en realidad es encontrar la forma de hacerlo de manera sustentable, haciendo un uso cada vez más eficiente del agua y de la tierra, sin comprometer la capacidad de producir alimentos en el futuro.  

De acuerdo con la FAO, para el año 2050, seremos 9,300 millones de personas y para alimentar a todo el planeta, la producción de alimentos deberá pasar de las 8,400 millones de toneladas actuales, a casi 13,500 millones de toneladas por año. Este importante incremento en la producción de alimentos, tiene que lograrse utilizando menos extensión de tierra, menos agua para riego, menos aplicación de pesticidas (ya sean biológicos o sintéticos).

De modo que no se trata de preferencias, sino de realidades. Para alimentar a la creciente población mundial se requiere aplicar absolutamente todos los avances de la ciencia y de la tecnología para ser capaces de satisfacer la demanda de alimentos.  

Debido a la variedad de climas, disponibilidad de recursos básicos como el agua y tierra cultivable, ningún país por sí mismo puede producir toda la variedad de alimentos que requiere su población, necesariamente depende del intercambio de mercancías con otros países, de tal modo que no se puede ser autosuficiente desde el punto de vista alimentario. Lo mismo ocurre con el uso de la tecnología, de no usarla, es imposible producir la cantidad de alimentos que la población mundial necesita.

La idea de que es posible alimentar al planeta exclusivamente con sistemas de milpa o utilizando los sistemas de producción orgánica,  es un idealismo. Para enfrentar este gran reto de la humanidad, es necesario hacer uso de la tecnología y, claro está, complementar con la producción orgánica y otras prácticas como la agroecología que, sin duda alguna, son una solución para ciertas regiones.

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