El horror que no termina con un feminicidio: víctimas tras la muerte

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Mariana era nuestra amiga y la mataron. Recibimos la noticia de su feminicidio por redes sociales. Nadie lo podía creer. Estudiábamos juntas en la preparatoria. Estuvo en las bodas de todas las amigas de la preparatoria, también en algunos de sus divorcios y en los bautizos de sus hijos, pero ya no volverá a estar en ningún otro momento importante para nosotras, porque su marido le quitó la vida. Nadie llora nunca enfrente de la hija de Mariana. Ella lo vio todo cuando era apenas una niña; ahora es casi una adolescente.

Cuando nos enteramos de su muerte, en 2014, nadie lo quiso creer, corrimos a Google, pusimos su nombre en el buscador y salieron las primeras imágenes. La sangre bañaba su cuerpo de los pies a la cabeza, sus ojos que hacían que cualquiera recuperara la fe en la humanidad no eran los de ella, estaban vacíos, no eran los mismos de semanas antes, los de la última vez que la vio viva. Esta es la historia que Andrea, amiga de Mariana, cuenta a Cuestione.

Las fotos de su feminicidio estaban en todos los portales de noticias. “Teníamos miedo de que su hija creciera, que buscara por curiosidad el nombre de su madre en Internet y lo que encontrara fuera un cuerpo violentado, transformado en mercancía para vender clicks y no a su mamá, la que la llevaba a la escuela y le contaba cuentos por las noches”. La sola idea mantenía a Andrea despierta de noche.

Entonces, Andrea encendía su computadora y comenzaba a escribir correos y tuits a los medios de comunicación que reproducían una y otra vez las imágenes del cuerpo de Mariana. Ya no recuerda cuánto tiempo pasó escribiendo, a cuántos medios buscó, cuántos directorios revisó, pero la foto de su amiga desapareció de los medios de comunicación en menos de tres días.

El derecho a la dignidad, aún después de muertas

A Mariana la mataron hace seis años. En ese entonces, nadie tenía presente que compartir las imágenes de su cuerpo ensangrentado vulneraba los derechos de las víctimas y de sus familias. Era normal lucrar con la tragedia de otros. 

Cada estado regula el derecho a la propia imagen, con su legislación local, mientras que el Código Civil Federal, artículo 1916, refiere que es posible reclamar el pago de una indemnización económica por daño moral, que consiste en afectaciones que recibe una persona en sus sentimientos, creencias  y vida privada. 

Sin embargo, existe una disyuntiva entre la que no se sabe si esta legislación es aplicable para las personas que ya no están vivas, pues en esos casos, quienes tendrían que iniciar el reclamo son los familiares, indicó la abogada especialista en materia de prevención social de la violencia y la delincuencia, Laura Pastrana Cuestione.

El feminicidio de Ingrid Escamilla mostró la importancia, tanto a los medios de comunicación, como a las autoridades, de no compartir imágenes violentas, explicó la legista en entrevista con Cuestione.

La muerte de Ingrid despertó conciencias, evidenció que las autoridades y los medios de comunicación hicieron mal en compartir las imágenes de su cuerpo tasajeado. Exhibió cómo la policía pone en riesgo el proceso de las investigaciones judiciales, y a los medios por afectar el derecho a la dignidad de Ingrid, que aún después de muerta debió haber sido tratada con respeto, explicó Pastrana, también exfuncionaria de la Fiscalía General de la República.

“Los medios tienen la función social y política de construir la opinión pública, lo que estuvo mal fue hacer de una noticia un espectáculo solamente porque vende”, abundó la también activista.

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Ellas no eran las de las fotos 

El último eslabón de la violencia contra las mujeres es el feminicidio, dicen especialistas y autoridades, pero la realidad es que después de la muerte, el horror continúa para ellas, al ser víctimas de la reproducción de las fotos de sus cuerpos sin vida; un acto en la que las familias siguen siendo víctimas indirectas, explicó Marisol Anzo-Escobar, psicóloga de la colectiva feminista Cuerpas.

Junto a las fotos, también se sigue reproduciendo el discurso de revictimización sobre su responsabilidad en su propio crimen: si salió de fiesta, si había aguantado violencia por largo tiempo, si fue por celos, entre otras. Y junto con todo ello, la responsabilidad de las familias por no “haberlas cuidado lo suficiente, lo que además lleva a las familias a vivir en soledad sus duelos”, dice la también socióloga en entrevista con Cuestione.

Además, estas imágenes impiden recordarlas como eran cuando estaban vivas y sus únicos recuerdos son los de la violencia que sufrieron sus hijas, madres, hermanas y amigas. Para los hijos e hijas de las víctimas de feminicidio es peor, porque seguramente vivieron la violencia desde antes de que sus madres fueran asesinadas. Estos niños  pueden experimentar conductas antisociales, depresión, ansiedad y miedos exacerbados, añadió la especialista. 

Tras el asesinato de Ingrid Escamilla, usuarios de redes sociales colocaron fotos lindas para contrarrestar la filtración de imágenes violentas del cuerpo de Ingrid.

La constante exposición de imágenes gráficas de feminicidio produce en las sociedades una deshumanización y normalización de este delito. “Pierden identidad de quienes fueron en vida, las cosifican al exponer sus cuerpos violentados, eso genera violencia no solo para ellas, sino para sus familias. No eran las mujeres con las que convivían; al reproducir las imágenes de cuerpos violentados se muestra la parte final de sus vidas, justo la parte que los feminicidas querían que viéramos y no todas las características de su personalidad”, expuso Anzo-Escobar.

Los padres de Mariana no quieren hablar, hasta eso les quitaron. Sus abogados no se los permiten porque el proceso jurídico del feminicidio sigue vigente. Apenas el año pasado las autoridades dictaron sentencia para su asesino, ya que su familia ingresó un sinfín de amparos y demandas que retrasaron que la muerte de Mariana no quede impune. “Los 40 años de sentencia son pocos, porque con mi niña se llevaron nuestras Navidades, nuestros cumpleaños, todo”, explica con lágrimas en la voz la madre de Mariana a Cuestione evitando dar más datos para no entorpecer la llegada de justicia para su hija. 

Mariana era amiga, hija, madre y hermana y la mataron, como a Ingrid Escamilla, como a las más de tres mil víctimas de feminicidio que se registraron el año pasado. Las fotografías de su cuerpo ya no están en Internet, pero a sus amigas les cuesta trabajo recordarla con sus ojos claros y su sonrisa infinita. A seis años de su muerte, tienen que forzar sus nostalgias para recordarla como era cuando estaba viva.

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