La violencia que no para
En plena cuarentena, Ana Paola, de 13 años, fue brutalmente asesinada en su casa. Hay un peligro más grande que la crisis sanitaria por el COVID-19: la violencia machista.
La violencia extrema a la que fue sometida conmovió a la sociedad y desató reclamos contra las autoridades.
Ana Paola es otro ejemplo visible de la violencia hacia las mujeres, pero hay miles más que hoy no solo están amenazadas por el COVID-19, sino que están encerradas con sus agresores.
Hay muchos temas que hemos dejado de lado por la pandemia: hemos dejado de hablar del movimiento feminista, hemos dejado de hablar de los pacientes que necesitan medicamentos para el cáncer.
Hemos dejado de hablar de un tema que es crucial para nuestro país: la violencia.
Una violencia que no solo no se está reduciendo, sino que incluso crece. Es la violencia criminal y, muy especialmente, la violencia contra las mujeres.
Mientras tenemos la mirada fija en el COVID-19, ha pasado más o menos inadvertido que marzo de 2020 ha sido uno de los meses más letales en homicidios desde que se lleva el registro.
Con casi 2,600 casos, de acuerdo con cifras oficiales, podemos constatar que la estrategia de seguridad sigue sin surtir efecto. Y también que el encierro, hasta ahora, no está reduciendo la violencia. Los feminicidios, en particular, se dispararon en el país.
El estrés emocional por el aislamiento social que estamos viviendo, sumado a las dificultades económicas que muchas familias ya están sufriendo, es el caldo de cultivo perfecto para la violencia intrafamiliar. Las niñas, los niños y las mujeres son quienes se están viendo más afectadas.
En México, 21% de los homicidios de mujeres, en 2018, ocurrieron al interior de los hogares, de acuerdo con datos del INEGI.
Wendy Figueroa, Directora general de la Red Nacional de Refugios, nos explicó que a partir de que comenzó la contingencia, los llamados de auxilio a los refugios pasaron de 60 a 160 diarias, un incremento de más de 160%.
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No es, por supuesto, un problema exclusivamente de México. A nivel mundial las denuncias de violencia intrafamiliar se han multiplicado por la cuarentena. Según reportes, esta violencia ha crecido en China, España, Italia, Brasil y Argentina, al menos.
Pero en nuestro país este problema es especialmente grave. Cerca del 60% de las mujeres reportan que han sido violentadas por su pareja en algún momento. Se calcula que en 4 de cada 10 feminicidios, el atacante tiene una relación sentimental con la víctima.
Es por esto que la red de refugios para las mujeres, que son gestionados por la sociedad civil, son cruciales para salvar vidas. Sin embargo, desde el principio de esta administración les cortaron los recursos.
Tras mucha presión, apenas a principios de abril volvieron a darles el financiamiento. Es un avance importante, pero llega tarde. En lo que la burocracia libera el apoyo, los refugios existentes están ya al 100% de su capacidad y no tienen cómo salvar a las mujeres en peligro.
Como sociedad sí podemos hacer algo al respecto. Estando encerrados, podemos ser vigilantes de la violencia que podemos escuchar en nuestro entorno. Si sabemos de personas que están en riesgo, o que han sufrido violencia por parte de su pareja antes, debemos ofrecerles apoyo o refugio.
Ellas no se han quedado con los brazos cruzados. A través de las redes sociales, distintas organizaciones feministas han creado espacios de cuidado, ayuda o denuncia para seguirse acompañando. La lucha feminista quizá no está en las primeras planas, pero debe mantenerse presenten en nuestra sociedad.
No debemos olvidar que estamos en un momento en que nos necesitamos. La violencia machista mata más que el COVID-19. Ni una más.
