El papel(azo) de México en el mundo

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La semana pasada fue noticia el discurso que el presidente Andrés Manuel López Obrador pronunció con motivo de la de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas.

El mandatario habló del avión presidencial, de que desapareció al Estado Mayor Presidencial. Dijo que en México, a pesar de la pandemia y la crisis, ya no hay hambre. Y recordó que Benito Moussolini, el dictador fascista italiano llevaba ese nombre en honor del mexicano Benito Juárez.

Fue un discurso muy criticado, pero no deja de ser anecdótico si lo comparamos con el papelazo que este gobierno ha hecho ante el mundo en muchos otros rubros, mucho más preocupantes y peligrosos para el país.

“La mejor política exterior es una buena política interior”, ha dicho López Obrador. Pero sus decisiones de política interior han impactado gravemente a la economía, las inversiones y la confianza que el mundo tiene en nuestro país. 

Los hechos hablan por sí solos:

Canceló la construcción de un aeropuerto que buscaba no solo solucionar el problema de saturación que tiene el actual, sino que pretendía convertirse en el centro de carga y descarga de bienes y mercancías más grande de Latinoamérica. Lo clausuró porque, dijo, había corrupción y un lago. Y luego le dio contratos a todas las empresas relacionadas con el NAIM para participar en otros proyectos de su gobierno… Y decidió convertir el terreno en un centro de recreación. ¿Y el lago?

Esa fue la primera alarma para inversionistas, pero no fue la única.

Su director de la Comisión Federal de Electricidad, el polémico Manuel Bartlett, estuvo a punto de llevar a México a tribunales internacionales, porque quiso cancelar un contrato con empresas extranjeras para el uso de un gasoducto que va de Estados Unidos al Golfo de México. 

Canceló la planta de la cervecera Constellation Brands en Mexicali, luego de realizar una consulta en la que participaron 36,781 personas (en esa ciudad viven casi 700,000 personas). 

Cambió las reglas de operación a inversionistas privados, tanto en rondas de exploración y producción, como en nuevos proyectos de generación de energía eléctrica limpia.

Decidió no apoyar a la iniciativa privada en la crisis generada por la pandemia de la COVID-19.

Éstas, y muchas otras malas decisiones han pasado ya la factura: México salió ya del top 25 del Índice de Confianza de Inversión Extranjera Directa Kearney 2020. Standard & Poor’s y Fitch Ratings recortaron la calificación de México, lo que coloca a nuestro país al borde de perder el grado de inversión.

Y no solo eso. AMLO ha puesto al servicio de la política de seguridad interior de EU al propio canciller Marcelo Ebrard.  

De unos años para acá, México dejó de ser una voz con autoridad moral, escuchada y respetada por muchos países del mundo. Dejó de ser ese México, que se distinguió por recibir a refugiados de las dictaduras de Europa y América Latina a lo largo del Siglo XX; que se opuso con fuerza al bloqueo de Estados Unidos a Cuba; que alzó la voz ante los excesos imperialistas de las naciones en la Guerra Fría, que sentó a negociar y consiguió la paz para muchos países de Centroamérica; que logró que se firmara un acuerdo para proscribir las armas nucleares en América Latina.  

Por eso, no es extraño que la candidatura de Jesús Seade para dirigir la Organización Mundial de Comercio fuera desechada en la primera ronda.

Y es que, al no respetar acuerdos y reglas comerciales, hacer consultas para tomar decisiones sobre empresas, ir en reversa en el tema de las energías renovables, no solo se ahuyenta la inversión, sino que se pone en jaque a la economía de todo el país y, además, se pierde credibilidad ante el resto del mundo.

Al perder voz, se pierde protagonismo e influencia. Y al no poder incidir en las decisiones globales, se pierden oportunidades políticas y comerciales que podrían beneficiar a las y los mexicanos.

Por eso, esta semana analizaremos qué tanto han afectado las decisiones de política interior de este gobierno la imagen de nuestro país en el extranjero, y cuáles son las alternativas que tiene México, no solo para recuperar el brillo de su legendaria diplomacia, sino el rumbo para atraer inversiones y, así, sacar a México de la peor crisis económica de los últimos 100 años.

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