Bielorrusia, la “última dictadura de Europa”, una pieza clave en el juego de Putin

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En el Este de Europa entre Polonia, Rusia y Ucrania se encuentra la antigua república soviética de Bielorrusia, cuyo líder Aleksandr Lukashenko cumple 30 años en el poder este año y es conocido como “El último dictador de Europa”. El régimen en esta nación es profundamente autoritario, represivo y su gobernante, el más longevo del continente.

Esta semana se celebraron en Bielorrusia unas elecciones legislativas que a simple vista podrían parecer intrascendentes. Como era de esperarse los resultados dieron el triunfo al partido del presidente y a sus aliados, al ser estos los únicos candidatos registrados. Pero más allá de quién ganó, esta simulación democrática abre la ventana a quien quiera observar cuál es el futuro de las naciones de Europa del Este si Vladimir Putin logra subordinarlas. 

Lukashenko es uno de los aliados más leales al presidente ruso Vladimir Putin y una pieza clave en sus esfuerzos por recuperar el Este del continente, sobre todo en la guerra con Ucrania. Desde febrero de 2022, Lukashenko permitió la entrada de tropas rusas a su país en la marcha hacia Ucrania y a lo largo de los últimos dos años se ha mantenido firme en su apoyo a Putin. 

Las elecciones que casi cambian todo

Esta nación de apenas 9,500,000 de habitantes celebró sus últimas elecciones presidenciales en 2020. Entonces, Lukashenko encontró en una madre de familia al rival más fuerte que habría enfrentado en su carrera política. 

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Svetlana Tikhanovskaya fue la única candidata de oposición a la cual se le permitió registrarse en las elecciones de 2020 porque al ser mujer y “tan solo la esposa” de un líder opositor en prisión no representaba, en la mente del dictador, una verdadera amenaza en las urnas. Sin embargo, en lo que fue una campaña histórica, Tikhanovskaya logró sacar a la luz el hartazgo de la sociedad bielorrusa y casi derrocar a Lukashenko por la vía democrática.  

Pero en lo que muchos han llamado un “fraude electoral” Lukashenko se coronó a sí mismo como el ganador, supuestamente con más del 80% del voto. Estos hechos despertaron la ira de los bielorrusos que tomaron por meses las calles en protesta, el descontento social fue recibido con una ola de represión brutal que dejó en evidencia la crueldad de Lukashenko. 

Como resultado de las movilizaciones de 2020 y 2021 se criminalizó la poca crítica política que todavía se toleraba y la oposición se dividió entre el exilio y la prisión. Actualmente se estima que hay más de 1,500 prisioneros políticos arrestados en este año.  

Detrás de Lukashenko estuvo siempre Vladimir Putin. Es por esto que, a pesar de las sanciones que occidente le impuso a Bielorrusia por las violaciones a derechos humanos que se cometieron en ese periodo, el régimen prosperó.  

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Menos de dos años después Lukashenko le devolvió el favor a Putin permitiendo el paso de tropas rusas hacia Kiev, la capital de Ucrania, en un intento fallido por tomarla al inicio de la invasión. Si bien las tropas bielorrusas se han mantenido al margen y el mismo Putin ha dicho que no pretende involucrarlos en la guerra, la alianza política y económica entre estas dos naciones ha sido muy clara. 

El Boicot que no fue

El control político de Lukashenko es tal que en las elecciones del pasado 24 de febrero no hubo ni un solo candidato crítico en las boletas. La oposición en el exilio logró hackear 2,000 pantallas publicitarias en la capital, Minsk, para transmitir un video en el cual Svetlana Tikhanovskaya hacía un llamado a la población a saltarse estas elecciones que calificó como “un circo”.

Sin embargo, el gobierno estaba preparado para enfrentarse al electorado que todavía recuerda el supuesto fraude de 2020 y desplegó una operación para garantizar el triunfo oficialista y también para alcanzar la participación deseada. 

No votar podía costarle a los ciudadanos hasta su trabajo, sobre todo a soldados, burócratas y maestros. Estudiantes de universidades públicas también fueron obligados a votar temprano. Los medios oficialistas y el régimen reportan que la victoria se alcanzó con una participación del 77% del electorado

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Se reporta que en estas elecciones se quitaron las cortinas de las casillas y se prohibió a los votantes fotografiar sus boletas, estrategia que se utilizó en 2020 para sustentar las acusaciones de fraude electoral. Quienes aún así se atrevieron a hacerlo fueron arrestados y algunas de estas detenciones fueron transmitidas en televisión nacional como advertencia a la población. 

Por primera vez, Bielorrusia no invitó a observadores internacionales de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) a pesar de ser un país miembro de este foro. Esta era la única organización que el gobierno bielorruso había permitido monitoreo de los procesos electorales anteriormente. Ninguna elección desde 1995 en Bielorrusia ha sido libre, según la OSCE.

“La situación de derechos humanos en Bielorrusia continúa deteriorándose, ya que quienes expresan su desacuerdo o defienden los derechos humanos de otros son objeto de investigación, persecución y, frecuentemente, procesamiento“, dijo en un comunicado la OSCE. 

El montaje electoral de 2024 ha servido para medir la temperatura de la sociedad bielorrusa después de las revueltas de 2020 y 2021, todo indica que el objetivo se logró ya que Lukashenko anunció que buscará la reelección en 2025. 

La farsa sigue y la guerra también

Más allá del expansionismo ruso, una de las grandes amenazas que presenta Vladimir Putin para occidente es la posibilidad del abandono del imperfecto pero democrático sistema que se ha ido construyendo en el mundo a lo largo del último siglo y el retorno a regímenes autoritarios.

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La extraordinaria situación Bielorrusia no puede entenderse sin tener en cuenta la geopolítica rusa que busca más que aliados, satélites, al viejo estilo soviético. Así sea manteniendo en poder a un dictador o invadiendo a un vecino, Vladimir Putin está dispuesto a todo con tal de mantener su esfera de influencia subordinada. 

¿Persistirá la lucha por derrocar al dictador en Bielorrusia o continuará siendo está nación una pieza más en el juego de Rusia? 

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