A 30 años del asesinato de Colosio: la historia, las dudas que persisten y el impacto en la democratización mexicana

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“Ven pa’ acá, cuida’o con la culebra que muerde los pies” es la frase exacta de la canción de la Banda Machos que suena en un mitin en Lomas Taurinas en Tijuana, Baja California, cuando sale de entre la multitud una mano que posa una pistola en la sien del candidato presidencial priista Luis Donaldo Colosio Murrieta y le dispara, un 23 de marzo hace 30 años.

Aquel episodio de 1994 que cambió la historia de México, quedó grabado en un video tomado por un agente de la entonces Policía Judicial Federal y en la memoria de todo un país que lo presenció y que, hasta ahora, sigue dudando de los motivos y de los culpables que se señalaron oficialmente.

Antes de Lomas Taurinas

El historiador y analista político José Antonio Crespo Mendoza, nos explicó que la elección presidencial de 1988, cuando el ex presidente Carlos Salinas de Gortari se impuso ante Cuauhtémoc Cárdenas entre acusaciones de fraude electoral, obligó al gobierno de México a iniciar una serie de cambios para abrir las elecciones y recuperar la legitimidad. 

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Se realizó la reforma electoral de 1990, y tras negociaciones se prometió reconocer el triunfo del PAN en algunos estados. Se creó el Instituto Federal Electoral (IFE) –aunque seguía dependiendo de la Secretaría de Gobernación, como te contamos en esta nota-, pero fueron cambios solo simbólicos, “en realidad no se podía decir que se había dado el paso a la democracia”, consideró el especialista.

Para finales de 1993, cuando eligen a Luis Donaldo Colosio como candidato presidencial para las votaciones de 1994, parecía que todo estaba listo para que ganara de nuevo el PRI, nos dijo Crespo Mendoza, pero el estallido del movimiento zapatista en enero de 1994 enturbió el panorama y empezó afectar la campaña de Colosio.

Salinas de Gortari le encargó al priista Manuel Camacho, quien era secretario de Relaciones Exteriores, que fuera el negociador con los zapatistas como comisionado para la paz y la reconciliación en Chiapas. Camacho era uno de los hombres cercanos a Salinas y estaba inconforme con la candidatura de Colosio porque pensaba que él iba a ser el candidato presidencial. 

“Camacho pidió ser el negociador por fuera del gobierno para que tuviera todavía posibilidades de ser candidato -ya que se requiere de al menos seis meses sin un cargo público para poder ser votado en las urnas-. La apuesta de Camacho era que se descompusiera la campaña de Colosio, que él sacara lo mejor posible la gestión con los zapatistas y sustituyera a Colosio en la candidatura”, resaltó el especialista.

Crespo Mendoza destacó que, ante la problemática de los zapatistas, Colosio tuvo que ser más crítico y separarse un poco del presidente Salinas durante su campaña, incluso no lo invitó al discurso que dio el 6 de marzo de 1994 por el aniversario del PRI; ese famoso discurso en el que algunos aseguran que Colosio ignoró las líneas que el presidente le había pedido que pronunciara.

Y en cambio dijo las palabras que aún resuenan: “yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”.

Preludio del asesinato

La compleja relación entre Salinas, Camacho y Colosio es importante para entender el cúmulo de teorías de conspiración que se generaron alrededor del asesinato del candidato, porque para este momento mucha gente pensaba que el presidente Salinas iba a quitar a Colosio de la candidatura para poner a Camacho.

“Una vez, Camacho se encerró en Los Pinos varias horas y al día siguiente, con una actitud muy feliz, empezó a decir que iba a recurrir al IFE, que el secretario de Hacienda -en ese entonces Pedro Aspe Armella– tenía que quedarse como secretario… o sea, cosas que no tenían nada que ver con los zapatistas. Mucha gente empezó a sospechar que Salinas iba a cambiar a Colosio por Camacho. Yo tengo elementos para pensar que sí hubo eso, pero Colosio no se quitó”, nos dijo.

“De hecho, en esos momentos yo hice un pronóstico que fue: yo creo que Colosio no va a llegar. Le empecé a decir a todos mis conocidos -no lo escribí porque me pareció muy arriesgado- y me decían: ‘estás loco, ¿qué me estás diciendo? ¿Que va a perder el PRI? ¿Que va a ganar el PAN o el PRD?’. Y dije no, no es eso. Es que yo creo que no llega”, nos contó. 

El historiador también destacó la reunión que tuvo Colosio con Camacho en la casa del oaxaqueño Luis Martínez Fernández del Campo, el 16 de marzo de 1994, para llegar a algún acuerdo. Al terminar la reunión, fue el columnista Federico Arreola -entonces confidente de Colosio- quien reveló el resumen de la reunión: “Camacho no tiene remedio”, dijo.

“El 22 de marzo de 1994 -un dia antes del asesinato de Colosio- pasó una cosa bien rara que mucha gente no percibió, pero yo sí. De repente, Camacho, que seguía pataleando y peleando por la candidatura, en la tarde llamó a una conferencia de prensa urgente, cosa que es muy poco común (…) y dijo: ‘renuncio a la posibilidad de la candidatura’”, destacó Crespo.

“Entre buscar una candidatura a la Presidencia de la República y la contribución que pueda hacer al proceso de paz en Chiapas, escojo la paz”, dijo Manuel Camacho en esa rueda de prensa. 

“Al día siguiente matan a Colosio, lo que me llevó a inferir que alguien de los que sabían lo que iba a pasar, alguien de adentro del PRI (…) no sé si Salinas estaba metido o no, pero gente cercana a Salinas (…) que supo que iban a matar a Colosio, seguramente le llamó a Camacho y le dijo ‘deslíndate ya, porque si no, te van a echar la culpa a ti’”.

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Mario Aburto y el segundo tirador

Suena el disparo. Colosio se desvanece en medio de la multitud que asistió al mitin en Lomas Taurinas para escucharlo. El equipo de Colosio lo saca como puede y lo trasladan en una camioneta a un hospital local al que más tarde llega su esposa Diana Laura Riojas y se hace oficial: el candidato Luis Donaldo Colosio Murrieta ha muerto.

Un joven que fue detenido por la multitud al momento del ataque es presentado como culpable: Mario Aburto, quien es parte de esta historia que no termina. Los abogados del asesino confeso de Colosio condenado a 45 años de prisión por el crimen, interpusieron un amparo en octubre de 2023 para que la sentencia se modificara según las leyes estatales de Baja California, donde se cometió el asesinato, y así redujera su condena a 30 años, que se cumplen el sábado 23 de marzo de 2024.

Pero la Suprema Corte de Justicia de la Nación pospuso la revisión del amparo; Aburto no tiene fecha próxima para recuperar su libertad. Aún así sigue sosteniendo que es un chivo expiatorio, que fue torturado para que se hiciera cargo del crimen y la historia sigue teniendo cabos sueltos que todos intentan atar. Uno de ellos es la versión de un segundo tirador que revivió el presidente Andrés Manuel López Obrador en días recientes.

Este supuesto segundo tirador es Jorge Antonio Sánchez Ortega, un presunto espía del extinto Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN). Según la Fiscalía General de la República hay evidencia de que Sánchez Ortega tenía sangre de Colosio en su chamarra al ser detenido a unos metros del ataque y hay pruebas de que había detonado un arma.

La versión que sostienen es que el segundo tirador fue protegido por Genaro García Luna, ex secretario de Seguridad en el gobierno de Felipe Calderón, preso en Estados Unidos por narcotráfico, quien en ese entonces era Subdirector Operativo del CISEN y que a su vez respondía a Edmundo Salas Garza, entonces director de Investigación del CISEN, quien en su momento explicó que el agente Sánchez Ortega ayudó a subir a Colosio a la camioneta que lo trasladó al hospital, justificando la sangre en su chamarra.

Otro aspecto que pone en duda la versión oficial es la muerte de personas relacionadas con el caso, como el asesinato de Federico Benítez López, director de Seguridad Pública de la ciudad de Tijuana y de su escolta Ramón Alarid, en abril de 1994; la del ex gobernador de Guerrero, José Francisco Ruiz Massieu, quien fue asesinado en septiembre del mismo año, así como la muerte de investigadores y una decena más de personas.

“Hubo cosas muy raras que llevan a pensar que no fue un asesino solitario (…) todo hace pensar que fue una conjura desde arriba”, consideró el historiador José Antonio Crespo.

Todo cambió después del 94

Ernesto Zedillo Ponce de León, quien era jefe de campaña de Colosio, era el único del equipo que cumplía con las condiciones para suplir a Colosio en la candidatura. Ganó la Presidencia el 21 de agosto de 1994 y recibió un país roto, desgastado económica y políticamente, nos explicó Crespo Mendoza.

“Zedillo, que no buscaba acaparar el poder, viendo todo lo que pasó en el 94, incluída la crisis económica derivada de la crisis política a su vez derivada del levantamiento de los zapatistas y el efecto que provocó la campaña de Colosio, estuvo dispuesto a decir: ‘si quiero que al país no le vuelva a pasar esto en el 2000, tengo que abrir ahora sí, en serio, la democracia’. Y lo hizo, no simuladamente como Salinas”, detalló Crespo Mendoza.

Así, Zedillo impulsó la reforma electoral de 1996, el gobierno federal soltó el control del IFE, reconoció los triunfos de la oposición y todo esto, aunado al clamor social que ya era imparable, dio lugar a la alternancia en las elecciones presidenciales de 2000, cuando ganó el panista Vicente Fox Quezada.

El 94 tuvo mucho que ver porque le abrió la puerta a Zedillo, que no era un hombre ambicioso de poder como muchos otros en la política, sino que más bien se preocupó por la estabilidad política y económica del país, porque él vivió la crisis”, consideró José Antonio Crespo.

¿Qué hubiera sucedido si Luis Donaldo Colosio hubiera llegado a la presidencia? Quizás tendríamos todavía un PRI como partido hegemónico, quizás la alternancia se hubiera dado de manera no pacífica como se habían dado todos los cambios en nuestro país como en la guerra de Reforma, quizás ya estábamos listos para construir una democracia verdadera. No lo sabemos.

Lo que sabemos es que la muerte del candidato presidencial y toda la consciencia social que se generó ese mismo año dieron pie a un cambio efectivo en nuestro sistema político-electoral y el legado de Colosio es la construcción de lo que hoy, 30 años después, tenemos como nación y que nos recuerda que siempre tenemos que tener cuidado de que “la culebra no nos muerda los pies”.

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